Elmer Morán es un enfermero de origen salvadoreño, que desde hace año y medio forma parte del grupo de trabajo del Hospital Peconic Bay Medical Center de Riverhead. Hace unos días su rutina diaria de velar por el bienestar de sus pacientes, se vio interrumpida abruptamente por una gran celebración, ya que entre más de 200 enfermeros nominados, Elmer fue el escogido para recibir el premio de la fundación DAISY, una organización creada justamente para exaltar a las enfermeras y enfermeros que dan esa milla extra en su misión de ayudar.
“Fue un momento muy orgulloso para mí. Me sentía alegre, feliz. Se siente una felicidad muy grande porque yo hago mi trabajo con amor”, dice el enfermero Morán. “Después de un año y medio de estar ahí sentí que mi trabajo sí afecta a la gente y tiene un efecto positivo y me gusta saber que sí le estoy ayudando a las personas”.
La idea de nominarlo surgió de la hija de una de sus pacientes, una abuela italiana recluida en el pabellón 2 Sur del hospital, quien estaba pasando por verdaderos apuros para comunicarse con el personal médico, porque no hablaba inglés. Elmer se percató de la dificultad y se empeñó en lograr comunicarse con la mujer.
“Yo llamé a la línea de interpretes, pero descubrí que eso no estaba funcionando porque la paciente hablaba un italiano muy antiguo y no le entendía a la interprete”, dice Elmer. Yo empecé a trabajar con ella, le hablé en español, le hablaba despacio para que ella me entendiera porque hay muchas palabras del español que se parecen al italiano, y yo hacía gestos y expresiones de dolor para que ella me entendiera y a ella le daba mucha risa. Así fuí creando una relación con ella”.
La hija de la paciente descubrió la devoción con la que Elmer trataba a su madre y cómo se las arreglaba día a día para que estuviera bien atendida.
“La señora me recuerda a mi abuelita. Yo crecí con mi abuelita y siempre pensaba, cómo se sentiría ella si estuviera en Estados Unidos y no pudiera decirle al enfermero lo que le pasa”, dice Elmer
Por eso la familia de la paciente quiso elogiar la labor del enfermero que había sido tan importante durante la estadía de su su madre en el hospital.
“Elmer hizo todo lo posible para asegurarse de que ella hubiera ordenado el desayuno porque no podía pedirlo ella misma. Quería hacerle algunas preguntas y se tomó el tiempo de entrar y hablar conmigo. Él encuentra formas de comunicarse con ella y es muy apreciado. Él habla con ella con paciencia y gentileza y se preocupa por cualquiera de sus necesidades ”, dijo la mujer al nominar al enfermero salvadoreño.
La nominación fue respaldada por varios miembros del equipo de profesionales del hospital, quienes durante varios meses en los que se buscó al enfermero ideal, coincidieron en afirmar que era Elmer el indicado, porque le rinde todos los días honor a la profesión, con su trabajo alegre, desinteresado, vital y oportuno.
“Todos me han ayudado a convertirme en quien soy hoy”, dijo Elmer. “Todos somos un equipo”.
Pero detrás de la gloria que vive hoy este profesional de la medicina, hay una historia de trabajo y sacrificio, como la de muchos otros inmigrantes. Aunque Elmer nació en los Estados Unidos, su madre no podía cuidar de él adecuadamente en este país, debido a sus largas jornadas de trabajo, así que a los 2 años fue enviado a El Salvador para crecer al lado de su abuela. En el municipio de la Unión, vivió sus primeros años de infancia, en los que afianzó su amor y respeto por la tierra de su familia. Luego, a los 7 años de edad, su madre lo trajo de regreso para que iniciara sus estudios y fue separado de su abuelita, que según Elmer, es uno de sus más grandes amores.
“Fue triste, me vine llorando en avión porque dejé a mi abuelita. Era difícil adaptarme a un nuevo lenguaje, una nueva escuela, no conocía a nadie y yo no sabía lo que me esperaba en los Estados Unidos”, recuerda Elmer.
Pero decidió ponerle empeño a cada una de sus clases y darle sentido a su nueva vida en un país, que aunque era el suyo, hasta ese momento se sentía completamente extraño. No solo aprendió el idioma y se volvió un buen estudiante, sino que se convirtió en la mano derecha de su madre, que hasta el sol de hoy, dice Elmer, batalla con el inglés.
“Yo le ayudaba todo el tiempo. Le leía las cartas de inmigración, iba con ella a las cortes y todos los meses nos sentábamos en la mesa y revisábamos las cuentas, yo le leía todos los billes, yo le escribía los cheques. Desde pequeño le ayudaba y eso siempre se quedó conmigo”.
Elmer quería dedicarse a una profesión en la que pudiera seguir sirviendo a los demás, un oficio en el que la fortaleza de dominar dos idiomas, le ayudara a impactar positivamente a las personas.
“Es algo que yo aprecio mucho y doy gracias a Dios que tuve la suerte aprender los dos lenguajes, eso me ha ayudado bastante en mi carrera, en mi vida y es una de las mejores cosas que me han podido pasar”.
En el hospital este joven de 27 años, trabaja incansablemente para ayudar a todo el que lo necesita. Asegura que disfruta su trabajo y que jamás pensó que eso que hace todos los días de manera natural, le fuera a representar un premio. Elmer dice que el primer sorprendido con al nuncio del reconocimiento, fue él mismo.
“A los enfermeros no les gusta buscar elogios de reconocimiento por todo lo que hacen. La comunidad nunca se enteraría de estos actos diarios de extraordinario heroísmo sin premios como éste. Estamos muy contentos de tener esta oportunidad de honrar a nuestros héroes de la salud cotidianos”, dijo Amy E. Loeb, directora ejecutiva de PBMC.
Por supuesto la familia de Elmer está orgullosa de sus logros y su madre vaticina que vendrán muchos más.
“Mi mamá estaba tan orgullosa, estaba muy alegre. Ella siempre me recuerda que uno puede llegar a donde quiera si uno le pone el esfuerzo y teniendo fe en Dios. Ella siempre me dice que uno tiene que ser bueno, no importa lo que pase. También me dice que hay que mantener una mentalidad positiva y echarle ganas” relata Elmer. “Mi mamá me dijo este premio que te has ganado es uno de muchos que te vienen, porque esa es la fe que mi mamá me tiene a mí“.
Este orgullo latino, está haciendo averiguaciones para iniciar estudios nuevamente y dar el siguiente paso en su carrera profesional, ya que sueña con convertirse en un practicante de enfermería y de esta forma estar mucho más cerca de nuestra gente.
“Es practicamente como un doctor y yo espero en 3 años tener esa carrera y poder seguir ayudando a la gente”.
Mientras eso sucede continúa dando todos los días lo mejor de sí, como profesional y como ser humano, con la esperanza, dice, de que muchos jóvenes latinos sigan sus pasos y logren sus propios sueños.
“Nunca dejen de creer en ustedes mismos, siempre sigan para adelante, porque al final del día va a valer la pena y es un gran orgullo el que van a sentir. Aveces las cosas se van a poner difíciles, pero lo que es difícil vale la pena. Nunca se dejen vencer por nadie”, asegura el premiado enfermero.