Estar en la sala de espera del consultorio del Dr. José Rodríguez, es como ir en un viaje relámpago por Latinoamérica. Mientras los pacientes aguardan por su turno para ser atendidos por este carismático médico de origen Colombiano, ellos hablan de todo: de las noticias de nuestros países, de lo que está de moda, de lo que les preocupa, de los hijos, de los esposos, se habla hasta de pupusas y frijoles. Unos pocos minutos en este espacio, son suficientes para comprender el impacto que el Doctor Rodríguez viene ejerciendo en el East End de Long Island, una zona donde el 14% de la población habla español y donde según datos de la oficina del censo, la comunidad latina ha crecido un 18% en los últimos 8 años.
Cualquiera que vea al Dr. Rodríguez vistiendo su bata blanca y moviéndose como pez en el agua, entre consultas, diagnósticos y prescripciones, se negaría a creer que años atrás, él mismo vivió una historia de sudor y lagrimas, como la de muchos de nuestros inmigrantes.
Corría el año de 1972, cuando el Doctor Rodríguez, en aquel entonces un niño de 13 años de edad, llegó a la ciudad de Nueva York, acompañado de sus padres y sus 9 hermanos. La familia Rodríguez había decidido dejar su natal Medellín, Colombia, para empezar de cero, en la gran ciudad, donde según les habían contado, abundaban las oportunidades para todos. Fueron días muy duros para ellos, sobre todo porque a los dos meses de estar viviendo en Nueva York, un incendio destruyó lo poco que tenían. Pero los Rodríguez no estaban dispuestos a dejarse vencer por la adversidad, por eso más temprano que tarde, se dieron a la tarea de buscar trabajo, los que estaban en edad de trabajar y estudio para los que estaban en edad de estudiar. Así fue como el pequeño José se matriculó en una escuela secundaria de Queens y empezó a construir su sueño en tierras extrañas.
El llamado de la medicina había llegado desde Colombia, cuando estuvo a punto de perder a su madre por una condición cardíaca. A sus 12 años, vio como le practicaban los santos óleos a la mujer más importante de su vida, porque según los médicos, tenía las horas contadas. Sin embargo, contra todos los pronósticos y gracias al esfuerzo de los especialistas, la madre de José sobrevivió y desde ese mismo instante él supo que quería dedicar su vida a la ciencia, para llegar a ser algún día, como los doctores que le habían devuelto la esperanza a su familia. Solo había un pequeño inconveniente: José y los estudios, eran incompatibles. “Yo era muy mal estudiante, perdía casi todas las materias y yo sabía que para estudiar medicina tenía que ser muy buen estudiante, así que siempre había esa duda en mi cabeza”.
Pero el destino tenía otros planes para José y fue aquí en territorio estadounidense, donde su relación con los estudios empezó a mejorar. En cuanto entró a la escuela se inscribió por error en el equipo de Atletismo.
Aunque su fuerte era el futbol por haber jugado en las divisiones inferiores de Colombia, el día que le dieron la opción de escoger un deporte, no entendió lo que le decían en inglés y terminó corriendo con un grupo de desconocidos. En la primera práctica todos sus compañeros lo superaron y según cuenta el Dr. Rodríguez, la frustración que sintió ese día fue tan grande, que a partir de ese momento se propuso ser el mejor, no solo en atletismo, sino en todo. Así nació el José buen estudiante, el que se esforzaba por aprender álgebra sin entender una sola palabra de inglés, el que aprendió a dominar el idioma en 9 meses, el que se volvió excelente en biología, química y física. Y aunque eran días de hambre y escasez en su casa, nada podía detenerlo en su propósito de salir adelante. “Yo recuerdo que no teníamos plata para nada, yo entrenaba con hambre y sabes como me la calmaba? Con 13 tragos de agua, yo iba a las maquinitas y empezaba a tomar agua y contaba los tragos, cuando llegaba al número 13 ya estaba lleno y con eso aguantaba los entrenamientos” Recuerda el doctor José Rodríguez, entre tristeza y nostalgia.
Tan bueno era su desempeño, que al terminar la escuela secundaría no solo obtuvo una beca para estudiar medicina, sino otra más para continuar con su carrera como atleta. Su sueño era ir a los olímpicos para representar a Colombia, pero el destino nuevamente le cambió los planes y aunque tenía las marcas necesarias para competir, ese año Estados Unidos decidió boicotear las justas deportivas. 64 países del mundo se unieron al boicot y cancelaron su participación, entre ellos Colombia. De esta manera el sueño de José de ir a los Juegos Olímpicos se esfumó, el deporte quedó a un lado y la carrera se convirtió la prioridad número uno de su vida.
Después de terminar en NYU los estudios básicos de medicina, tuvo que hacer préstamos y aplicar a varios créditos, para seguir adelante con sus metas. Estudió en la Universidad Autónoma de Guadalajara, en México, hizo el último año en la Rush University de Chicago y se especializó en Medicina Familiar en la Cornell University de Nueva York. También hizo estudios en Harvard y en una universidad de la China. Trabajó en Queens, El Bronx, Bayshore y desde hace 3 años, es parte del equipo del Suffolk Primary Health, en Riverhead, donde por estos días trabaja a toda máquina, para mantener controlado el COVID-19. “Aquí seguimos en la misión de dar lo mejor de nosotros, combatiendo el COVID-19 a capa y espada”, asegura el doctor Rodríguez.
Hoy, al mirar atrás, es consciente de que a través de su profesión ha salvado muchas vidas, pero lo que más lo llena de emoción es la posibilidad de ayudar a su gente, el poder hablarles de males y dolores en su propio idioma y ser un verdadero puente de comunicación entre los latinos y la salud. Fue aquí en Riverhead, donde dice haber encontrado la verdadera esencia de su ser. El Doctor Rodríguez no sabe cuántos abrazos de pacientes agradecidos recibe al día, pero lo que si sabe, es que cada uno de ellos le da sentido a sus días. “Yo quiero ser el doctor de mi gente. Para mi atenderlos es un placer enorme. Yo podría trabajar en cualquier parte, pero a mi me gusta el paciente que no tiene plata, el paciente que tiene problemas graves, el paciente al yo le puedo ayudar realmente a ser feliz”.
La noticia de que en Riverhead hay un médico latino, parece haberse regado con rapidez en el East End. Cuando el Dr. Rodríguez llegó al Suffolk Primary Health, solo el 10% de los pacientes eran hispanos. Hoy en día el 90% de las personas atendidas en este centro asistencial, es de origen latino.
Los pacientes lo buscan porque les ayuda a aliviar sus males, porque los recibe con una sonrisa, pero sobre todo porque es un inmigrante como muchos de ellos, al que también le ha costado escribir esta historia de cuatro décadas en los Estados Unidos.