En la redacción de Tu Prensa Local, cada mañana comenzamos el día revisando los comunicados que envían las policías de nuestras localidades. Son reportes fríos, escritos con la distancia de un parte policial, pero detrás de esas palabras hay historias de carne y hueso. Y hay algo que nos duele reconocer: en muchos, muchísimos de los comunicados sobre arrestos por DWI (o conducir bajo la influencia del alcohol), figuran nombres latinos, que podrían ser los de nuestro vecino, el del padre que vemos en la cancha apoyando a su hijo o el de la joven que trabaja en la tienda de la esquina.
Solo el domingo, la policía de Southampton reportó el arresto de tres personas por conducir bajo los efectos del alcohol. Los tres arrestados son latinos. Y nos encantaría decir que son casos aislados o esporádicos, pero no, no es uno ni dos, son en verdad muchos nombres de miembros de nuestra propia comunidad. Una realidad que nos agobia y nos preocupa.
Y es que no hablamos solo de cifras o estadísticas: hablamos de vidas reales que, en cuestión de minutos, pasan de la normalidad al caos. Unas copas de más, una mala decisión y el camino de regreso a casa se convierte en una ruta hacia un futuro incierto. Porque hoy, más que nunca, las consecuencias de un DWI no se quedan en una multa o en perder la licencia.
Como todos sabemos, una de las promesas más recurrentes del presidente Trump es que continuará deportando primero a quienes considera “criminales”. Pero lo que mucha de nuestra gente pasa por alto, es que en estos momentos, un arresto por DWI, que para algunos podría parecer un error “inofensivo”, puede bastar para ponernos, en un abrir y cerrar de ojos, en la categoría de criminales.
Lo hemos repetido y lo repetiremos hasta el cansancio: Un DWI puede significar mucho más que un registro policial. Es poner en riesgo nuestra vida y la de otros, perder la licencia de conducir, enfrentar el aumento de las tarifas del seguro, cargar con un récord que nos persigue por años y, lo más grave en este momento, ponerse en la mira de las autoridades federales.
ICE no distingue entre una condena grave y una que comenzó como un “simple” error. Para ellos, ese arresto basta para abrir un expediente que puede terminar en una deportación.
Lo hemos visto en los últimos días: cuando han arrestado a algún miembro de la comunidad y le preguntamos a su familia si tenía récord criminal, muchos de ellos responden, “no, nunca ha cometido un delito, jamás ha hecho algo malo, solo una vez lo arrestaron por conducir bajo los efectos del alcohol”.
Y nos preguntamos: ¿Vale la pena? ¿Vale la pena arriesgar la estabilidad de tu familia, tu trabajo o el techo que has levantado con tanto esfuerzo, únicamente por no planear una forma segura de regresar a casa?
Créeme, cada vez que vemos uno de esos nombres en los reportes de las autoridades, nuestro corazón se arruga. Es inevitable pensar en los abrazos que no se darán esa noche, en las camas que quedarán vacías, en las conversaciones que se cortaron a la mitad porque alguien no regresó. Y volvemos a preguntar: vale la pena?
Nuestra comunidad ha demostrado que sabe unirse y cuidarse en tiempos difíciles. Hemos pasado por mucho, hemos superado todo tipo de pruebas y justo ahora, amigos de Tu Prensa Local, atravesamos uno de esos momentos. Si bebes, no manejes. Usa un taxi, llama a un amigo, espera a que pase el efecto del alcohol. Piensa que cuando hay licor en tu cuerpo, no debe haber afán de llegar. Esperar, o planear antes de beber, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte o la diferencia entre la libertad y la cárcel, entre el futuro en territorio americano y el regreso a tu país de origen en calidad de deportado.
Hazlo por ti, por los tuyos, por aquellos que dependen de ti y te esperan en casa. Porque lo que está en juego no es solo una multa o un documento: es tu vida, tu libertad y el futuro que tanto te ha costado construir.
Amigos, hemos escrito varias veces editoriales sobre este tema, tratando de llamar la atención de nuestra comunidad. Pero con tristeza y preocupación tenemos que decir que sigue sucediendo y lo que es peor, va en aumento.
Sabemos que la vida lejos de nuestros países puede ser abrumadora y compleja. Ser inmigrante no es fácil. Muchos de los nuestros enfrentan soledad, trabajos agotadores y la presión constante de salir adelante en un lugar que no siempre nos recibe con los brazos abiertos. Lo entendemos. Pero refugiarse en el alcohol no es una opción. Al contrario, puede ser el camino más rápido hacia perderlo todo.
Por eso, el llamado en estos momentos para nuestra querida comunidad es que actúen con inteligencia y prevención. En estos tiempos inciertos, no podemos darnos el lujo de ponernos en riesgo. Cuidémonos!!! Asegurémonos de llegar a casa. Mantengamos unidas a nuestras familias. Recuerda: del volante a la deportación sólo hay un paso, si has optado por conducir en estado de ebriedad. La decisión es tuya!