Hoy se inicia oficialmente la temporada más “alegre” del año, la época de las fiestas, los regalos, los abrazos y los gestos de amor entre todos. Es época de luces, árboles de Navidad, posadas y novenas. Pero en este “travieso 2020’”, un virus que tiene en jaque al estado de Nueva York desde hace 276 días, amenaza con quitarle los colores a la Navidad. Se trata del COVID-19, que se ha regado como plaga por todos los rincones del planeta, dejando hasta el momento un balance de 1,475,000 muertes en el mundo, 272 mil en los Estados Unidos y 26,747 víctimas fatales en Nueva York. No es en vano que este año, el covid se haya ganado con honores, el título del Grinch 2020, porque al mejor estilo de ese duende de ficción, el nuevo coronavirus es un gruñón, que odia la alegría, las fiestas, las reuniones familiares, las demostraciones de afecto. Y su manera de hacérselo entender a la gente, es metiéndose entre nosotros sin piedad y sin medida.
“El covid Grinch es un oportunista y ve esta temporada como la época de transmisión del virus”, dijo ayer el gobernador Cuomo en rueda de prensa. “Todas esas cosas que la temporada de fiestas trae, todas incrementan la actividad social, todas incrementan la movilidad y todas aumentan la propagación”.
El gobernador se refiere específicamente a:
- Las compras
- Las celebraciones de navidad
- Las cenas entre amigos
- La reuniones familiares
- El regreso de los estudiantes a sus hogares, provenientes de los campus universitarios
- Las celebraciones religiosas
Sin embargo el aspecto que más le preocupa al mandatario y sobre el cual ha querido hacer hincapié, es el de las “reuniones de sala”, que han venido a convertirse en la gran amenaza de la temporada. Según cifras entregadas por el gobernador, el 65% de los nuevos casos de covid, se han originado en reuniones familiares que parecían inofensivas.
“Las pequeñas reuniones han explotado como el lugar donde el virus se riega”, dijo Cuomo. “Ahora que estamos en la temporada de vacaciones, los neoyorquinos deben observar cambios de comportamiento para mitigar la propagación”.
El mandatario le recordó a la comunidad que 16 estados, de toda la Unión Americana, ya han establecido límites de reunión de menos de 10 personas, y Kentucky decidió disminuir aún más el tope, ordenando que sean solo 8 o menos, quienes departan en un mismo espacio.
En el estado de Nueva York también existe la norma de 10, pero ante la imposibilidad de las autoridades para ir de casa en casa, contando comensales al rededor de una mesa, la responsabilidad recae sobre los ciudadanos. La gente tiene que entender que aunque no llegue un policía a tocar a su puerta para verificar si está cumpliendo con la norma, es nuestro deber seguirla al pie de la letra. Es nuestro compromiso con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con el mundo que compartimos. De nosotros depende que la sala de nuestra casa, siga siendo un espacio seguro.
“Fiestas clandestinas”, “reuniones a escondidas”, “somos solo 20”, “todos estamos sanos”, “nos tomamos la temperatura antes de empezar la fiesta”, “nos reunimos en el basement y allí nadie nos oye”, son solo algunas de las excusas que se escuchan por estos días, para hacerle el quite a nuestra obligación de cumplir con las disposiciones de emergencia.
Los gobiernos locales hacen eco de las medidas del estado, tratando de que nuestra gente comprenda que es cuestión de vida o muerte y que es ahora o nunca.
“Incluso una prueba de covid-19 negativa, antes de empezar las fiestas de Navidad, no es garantía de que todo el mundo está a salvo, ya que el virus tiene un período de incubación”, dice el supervisor de East Hampton, Peter Van Scoyoc, en un video hecho para la comunidad, publicado a través de su sitio web y en las redes sociales del municipio.
Con un gráfico dramático, que muestra el impacto del virus y cómo una sola persona puede causar incluso la muerte de quienes no participan en las reuniones sociales, el funcionario trata de alertar a sus residentes.
Y es que una pequeña celebración de casa, en donde haya solo un invitado infectado sin darse cuenta, puede convertirse en un evento de “súper propagación”, como ya ha pasado en repetidas oportunidades aquí en Long Island.
Los neoyorquinos sufrimos mucho durante los meses de marzo, abril y mayo. Mucha gente perdió sus trabajos, los niños tuvieron que abandonar por meses sus espacios escolares, nuestra comunidad Latina fue una de las más golpeadas. Los trabajadores informales, se quedaron a la deriva, sin sustento, sin trabajo, sin comida. Perdimos a muchos de nuestros seres queridos, personas especiales que esta Navidad no podrán sentarse en nuestra mesa. Y yo les pregunto: No ha sido suficiente?
Vale la pena, por ejemplo, poner nuestra vida en riesgo por ir en busca de una “rebaja” en las compras de Viernes Negro? Vale la pena poner nuestra vida y la de otros en peligro, por unas horas de jolgorio y algarabía durante una fiesta de casa?
La vacuna está en camino, dicen los expertos, faltan meses o quizás días. Ya hemos aguantado lo más duro, soportamos lo peor, ahora es cuestión de que TODOS aportemos esa milla extra para resistir lo poco que falta y no darle gusto al Covid Grinch que quiere pintar de tonos grises, nuestra vida de colores. Hazlo por ti, hazlo por los tuyos, hazlo por todos.