Para las cinco familias que habitaban el sector del complejo de apartamentos que fue arrasado por las llamas el viernes pasado en Hampton Bays, la vida se partió en dos poco antes de las 4 de la tarde, cuando entre gritos, llamas, humo y desesperación, tuvieron que abandonar abruptamente las casas que habitaron por años, para poner sus vidas a salvo. En total fueron 17 personas, todas de origen latino, las que se quedaron sin hogar, muchas de las cuales presenciaron el momento en el que el fuego consumía todas sus pertenencias. Algunos vecinos que a esa hora estaban en casa, habían salido a recoger a sus hijos a la parada del bus escolar, como lo hacían todos los días. Dicen ellos que esos minutos de camino entre la colina donde están los apartamentos y la carretera, fueron sinónimo de destrucción y salvación, porque en ese lapso de ausencia se produjo el incendio, pero también gracias a que no estaban en las casas, la conflagración no dejó víctimas ni lesionados.
Aurelia González, es una madre soltera de origen mexicano, que rentaba desde hace seis años una unidad de dos cuartos, en el complejo de apartamentos del 317 de East Montauk Highway. Allí vivía con sus hijas de 22, 14 y 12 años de edad y con 6 gatos , -Mila, Estrella, Spooky, Stormy, Milo y Oreo- a los cuales intentó salvar desesperadamente.
“La vecina me empezó a gritar, pero ya estaba avanzando el fuego. Bajamos pero mis gatitos se quedaron. Subí otra vez para sacarlos, pero ya no me dejaron”, dijo la señora González. “A dos los saqué yo, el otro huyó y a los demás no los volví a ver”.
El impacto más grande de esta familia lo vivió la menor de las hijas, quien estaba en casa y desde ese día, según el relato de su madre, no ha parado de llorar.
“Hubiese visto a la más chica que lo vio todo. Ella gritaba y lloraba. Muy triste y me duele más a mí porque son mis hijas y ahora no tenemos ni dónde dormir, estamos durmiendo en un hotel”, dijo González.
Desde el día del incendio se han resguardado unas veces en Southampton y otras en Hampton Bays, pagando en promedio 180 dólares por noche. La señora González dice que no ha podido regresar a su trabajo en Burger King, porque teme dejar a sus hijas solas en un hotel. Anoche lograron que una amiga las acogiera en su casa y por ahora se acomodarán las cuatro en un solo cuarto. Otra amiga de la familia inició una campaña de recolección de fondos para ayudarles a ir recuperando poco a poco todo lo que perdieron en el incendio del primero de abril, aunque González asegura que la prioridad número uno en este momento es encontrar un nuevo lugar donde vivir.
“Trabaja uno para comprar las cositas que tiene y ahora no tenemos nada, porque salimos con las chanclas y nada más. Pero yo ahora no quiero ropa, no quiero comida, solo quiero un lugar donde ir a meter a mis hijas”, dijo la señora González. “Es muy duro, en las noches escucho llorar a mis hijas”.
En el primer piso de la edificación de 35 años de historia, vivía Jhon Muñoz, su esposa Inés Morales y el hijo de ambos, Junior, de 8 años de edad. De acuerdo con las primeras investigaciones el fuego se originó en esa unidad, en donde John dejó cocinando un arroz a fuego lento, mientras bajaba a la parada del bus a recibir a su hijo. De regreso, el humo que se escapaba por la puerta de su apartamento, les anunciaba lo peor.
“Yo entré y enseguida vi la cocina agarrada en fuego. Yo quería apagar las llamas, pero no tenía con qué”, dijo el señor Muñoz.
Muñoz insiste en que el arroz ni siquiera se quemó porque estaba a fuego bajo. El problema, asegura, fue causado por la conexión de la estufa, que llevaba varios años fallando.
“Cualquiera puede decir que es una negligencia mía, porque el incendio se ocasionó en mi departamento, en mi cocina. Pero mi estufa tenía problemas eléctricos. La estufa había que moverla para que prendiera, porque seguro tenía un corto y al moverla hacía contacto y funcionaba, además había que conectarla directa, porque no había un enchufe apropiado”, dijo Muñoz. “Le dijimos muchas veces al casero que la arreglara, pero decía que era mi cocina y no la de él”.
“En efecto, yo la compré porque la que había antes se dañó por la misma razón y él se negó a arreglarla”.
El fuego arrasó con todas las propiedades materiales de esta familia, incluso alcanzó a causar daños en el vehículo de la casa que estaba parqueado cerca de la edificación. Sin embargo el señor Muñoz asegura que la pérdida más grande son los recuerdos que también quedaron convertidos en cenizas.
“Se quemó todo. El certificado de nacimiento de mi hijo, las huellitas que le tomaron cuando nació, nuestras fotos, y tantos recuerdos, todo se quemó”, dijo.
Asegura entre lagrimas, que aunque milagrosamente ninguno de los habitantes del complejo resultó lesionado, el incendio sí dejó dos víctimas fatales.
“Teníamos dos peces, pero la pecera era muy grande y por los nervios ni siquiera me acordé, hasta al otro día que la vimos destruida. Nos ha dolido bastante”.
Los Muñoz fueron acogidos temporalmente en la casa de un familiar cercano.
En uno de los apartamentos del segundo piso vivía Hermes González, su esposa Miriam, quien padece problemas del corazón, y Sheyla, la hija de la pareja, de 9 años de edad. Los González además subarrendaban un cuarto a una persona sola.
Miriam, al igual que otros vecinos del complejo, salió a recibir a su hija a la parada del bus escolar y cuando regresaron a casa, el incendio ya estaba en proceso. Alcanzaron a sacar los documentos y salieron de inmediato para ver como las llamas acababan con el lugar donde habían vivido por más de 10 años.
“Es horrible ver como se quema todo. Mi hija lloraba diciendo dónde vamos a vivir, los demás niños lloraban, fue horrible”, recuerda Miriam.
Su esposo Hermes calcula a grandes rasgos, que las pérdidas familiares superan los 30 mil dólares, más algo de dinero en efectivo que guardaban en su casa y que el fuego también se llevó. Para esta familia de origen ecuatoriano, la necesidad más apremiante en este momento es encontrar un lugar para comenzar de cero una nueva vida.
“No es fácil porque en pleno invierno, no tenemos ahorros para pagar security, se necesitan por lo menos 6 mil dólares”, dijo el señor González.
Las familias afectadas dicen que recibieron de parte de la Cruz Roja una tarjeta de 500 dólares, frazadas y artículos de primera necesidad. Algunas iglesias les han colaborado con tarjetas para comprar víveres, mientras que amigos y conocidos les han ayudado con pequeños donativos.
La propiedad donde se produjo el incendio, se describe como un complejo de apartamentos de 13 unidades, perteneciente a L Squared, una empresa de Victor La Terra. Incluye dos estructuras: la que se incendió, que tenía cinco apartamentos y está ubicada más cerca de Montauk Highway, y un segundo edificio con ocho unidades.
Según funcionarios del municipio de Southampton, la edificación tiene cargos pendientes de aplicación del código. También hay una demanda en curso que presentó el señor La Terra, en un tribunal federal en 2020, acusando al pueblo de atacar su negocio porque sus inquilinos eran predominantemente latinos.
Según versiones de los afectados el dueño del complejo se ha comunicado con ellos por teléfono y ha visto lo que pasó en el lugar, sólo a través de fotos y videos, porque radica en el estado de Florida.
Mientras tratan de recuperarse del impacto de haberlo perdido todo, los afectados trabajan a marchas forzadas para buscar un nuevo espacio donde vivir. Varias de las familias damnificadas están integradas por niños, que asistían a la escuela de Hampton Bays y quienes hoy se debaten entre la tristeza y la frustración tras haber perdido sus casas, su ropa, sus útiles escolares y absolutamente todas sus pertenencias.