Rhina Mejía cuenta que durante tres años aguantó humillaciones y malos tratos en su trabajo como aseadora de la sucursal de Islandia de la tienda minorista TJ Maxx, por física necesidad, ya que es una madre divorciada, cabeza de familia, con una hija que padece Síndrome de Down. Sin embargo el viernes de la semana pasada, el equipo de seguridad de la tienda le comunicó a Rhina, que su contrato había llegado a su fin y con él, la única entrada económica para su hogar.
“Hemos visto anormalidades en tu comportamiento, asegura Rhina que le dijo uno de los miembros del equipo de seguridad de TJ Maxx Islandia. “Hemos visto que agarras papel higiénico, entonces yo me sorprendí porque pensé que me estaban acusando de llevarme los rollos en mi cartera, cosa que es imposible, porque ni caben. Pero se referían a pedazos de papel que yo enrollaba en mi mano. “Tu no podías y no tenías derecho a agarrar nada de eso”, me dijo el hombre de seguridad”.
Para Rhina, una educadora de origen salvadoreño, que se desempeñó en su país como maestra de contabilidad en secundaria, ser acusada de robo partió su alma en dos. Ella cuenta, entre lagrimas, que su único pecado fue haber tomado cada día, al final de su jornada laboral, ese trozo de papel para limpiarse con desinfectante, antes de emprender su camino a casa. Era un rutina que hacía todos los días, ya que después de haber padecido covid, se volvió extremadamente cuidadosa de las medidas de seguridad. La acción diaria quedó registrada en las cámaras de la tienda y fue el argumento de su despido, aunque esta trabajadora asegura que nadie le comunicó que estaba prohibido usar el papel del establecimiento.
“Yo agarraba el virucida y me rociaba en el cuerpo, en el pantalón y la blusa, y cogía papel higiénico para limpiarme al salir de la tienda. Yo quiero que usted me diga si agarrar un trozo de papel para usarlo al salir de la tienda es un robo como ellos lo manipulan?”, dice Rhina. “Yo sentía que era para mi protección, por el virus, yo no sé si eso es pecado, agarrar un pedazo de papel de los que sobraban en la tienda, cuando los rollos ya estaban gastados”.
Después de que el departamento de seguridad le comunicó a Rhina su despido formal, le hicieron firmar un documento en el que aceptaba su falta y posteriormente fue escoltada hasta la puerta por su supervisora, sin que pudiera ni siquiera expresar un “adiós” o un “gracias” a sus compañeras de trabajo por tres años.
“Yo no lo podía negar porque yo lo agarraba para limpiarme. Me preguntaron cuántas veces lo hiciste y le dije muchas, porque no sabía que no podía hacerlo”, asegura.
La señora Mejía trabajaba en el TJ Maxx mediante un contrato con la compañía de limpieza MAP, a la que de inmediato se le notificó que la empleada había sido removida de su cargo. Un hecho que MAP ha catalogado como injusto y discriminatorio.
“Yo pienso que es algo injusto que ellos por un pedazo de papel tomen un caso así, como que una persona está robando. Yo se los dije en la oficina, yo entiendo si una persona roba mercancía, pero por un pedazo de papel es inaceptable lo que ellos están haciendo”, dice Jorge Ventura, Supervisor de la compañía MAP.
Rhina dice que el despido fue el final de una serie de arbitrariedades e injusticias de las que fue víctima en esta tienda, durante todo el tiempo que laboró allí. Ella denuncia por ejemplo, que en muchas oportunidades fue obligada a realizar trabajo pesado, que no estaba contemplado en su listado de actividades diarias, como la limpieza de grasa acumulada debajo de gigantescas estanterías. Y aunque ella siempre pedía que hablaran con su compañía, dice que finalmente terminaban poniéndola a hacer el trabajo, para ahorrarse tiempo y dinero.
“Yo siempre le decía a mi jefe, a quién es que yo tengo que atender con las sugerencias. Y me decía él: dígales que nos llamen a nosotros para nosotros darle las instrucciones a usted. Pero se daba siempre esa situación, como una polémica de ellos hacerme trabajar más y la orden dármela siempre ellos, sin decirle a mi compañía, para no pagar más”, relata Rhina. “Me hacían quitar manchas que son bien grasosas que no me correspondía y si yo no lo hacía, yo ya caía mal y el cambio en el trato se veía y el menosprecio se veía, más sin embargo yo salía y hablaba con mi supervisor y él me decía “dígales que nos llamen porque eso no le corresponde a usted”, relata.
La señora Mejía cuenta que un día en medio de ese trabajo pesado, un cúmulo de cajas se le vinieron encima de la cabeza y el impacto fue tan grande, que fue a parar al hospital, donde le hicieron un sin número de exámenes para descartar cualquier lesión grave en el cerebro. Al cabo de los días cuando empezaron a llegar las cuentas de hospital, ella habló con su compañía primaria (MAP) que le informó que TJ Maxx debía cubrir las facturas, por tratarse de un accidente de trabajo. Rhina se dirigió a su supervisora en la tienda, quien le pidió los recibos para darles trámite, pero hasta el sol de hoy nadie ha hecho los pagos y a casa de la señora Mejía, singuen llegando los cobros.
“Yo le di los billes a la señora Iris, pero al cabo de un mes, me volvió a llegar el cobro del hospital”, dice Rhina.
La señora Mejía dice también que hace un mes recibió la orden de su supervisora en la tienda, de no hablar con los empleados. La instrucción incluía específicamente a los asociados de habla hispana.
“Ella me dio la orden, de que mandaba a decir la manager general, de nombre Amanda, que me quedaba prohibido hablar con las asociadas, que mi labor era llegar a hacer la limpieza y salir de la tienda y me dio nombres específicos de personas con las que menos podía hablar. Le dije: Disculpe Iris pero si yo hablo con esas personas es porque ellas hablan español y me ayudan con el inglés cuando no entiendo una orden. Ella me dijo: usted tiene que aprender inglés para que se pueda comunicar con todo el mundo”.
Rhina asegura que después de ser despedida del almacén, iba deambulando con su hija por las calles, sin saber qué hacer, en medio del llanto y la desolación, cuando fue abordada por la activista Lisa Esguizabal, quien justamente estaba promocionando una marcha en contra de las violaciones de los derechos humanos y se conmovió al escuchar la historia de esta mujer y verla “desamparada y desprotegida”. Lisa la puso en contacto de inmediato con una abogada amiga, para que la asesore en el proceso de entablar una acción legal en contra de TJ Maxx. Lisa capturó esta foto del momento en el que escuchaba el relato de la madre y trabajadora salvadoreña.
“La imagen captura su dolor, no me di cuenta en ese momento, pero ahora entiendo lo impactante que es. Y la intensidad de los ojos de su hija por lo difícil de su situación”, dice Lisa Esguizabal, activista.
Tu Prensa Local hizo ingentes esfuerzos por obtener una respuesta por parte de la tienda, frente a todas las denuncias de Rhina. La señora Iris, señalada por Mejía como su supervisora inmediata, atendió nuestra llamada, pero al ser cuestionada por el caso, se negó a dar declaraciones y nos comunicó con la señora Amanda, manager general de la tienda, quien dijo no estar autorizada para entregar ninguna declaración y se rehusó incluso a darnos su apellido. También nos comunicamos vía email con Nicole Stuttman, mencionada en la pagina web de TJ Maxx, como la persona responsable de las consultas de los medios de comunicación a nivel nacional, pero tampoco respondió a nuestras inquietudes.
La señora Mejía tiene licencia para cuidar adultos mayores y está esperando que su permiso de trabajo sea renovado bajo las políticas recientes que cobijan a los beneficiarios del TPS, con el fin de poder aplicar a una posición en este campo.
“Yo tengo que seguir para sacar adelante a mi hija”, dice Rhina, entre lágrimas. Porque ella necesita alimentación, cuidados y cuestiones que se necesitan a diario”.