Nadie niega que la pandemia del nuevo Coronavirus es una de las batallas más duras que ha librado el planeta entero en todos los tiempos. Al rededor de 4 millones 200 mil personas han resultado infectadas y más de 280 mil han perdido la batalla contra este enemigo minúsculo en todo el mundo. Solo en el estado de Nueva York las muertes oficiales por COVID rondan el escalofriante rango de las 22 mil y en el Condado de Suffolk, la cifra de muertos ya traspasó los 1600. Pero más allá de los números, impactantes desde cualquier punto de vista, creámoslo o no, la pandemia también tiene su cara positiva.
Empecemos hablando de lo obvio que ha sido suficientemente ilustrado en los medios de comunicación: El COVID-19 obligó a millones y millones de personas al rededor del mundo, a quedarse forzosamente en casa, lo que hizo que la naturaleza que llevaba años agobiada por la especie humana, tuviera por fin un respiro. De la noche a la mañana los animales se quedaron casi solos en el planeta y le dieron rienda suelta a sus actividades. Los peces volvieron a nadar libremente, los animales salvajes empezaron a caminar a mitad de las vías, los delfines se acercaron más que nunca a la playas y en general todos esos seres que llevaban décadas en represión, salieron a disfrutar del aire y el ambiente. Y ni qué decir de los indices de contaminación que han llegado a los puntos más bajos de los últimos años, gracias a que los humanos y las factorías, principales agentes de contaminación, siguen en pausa.
Ante el cierre de las escuelas por orden gubernamental, estudiantes y profesores tuvieron que explorar territorios desconocidos y crear en cuestión de días un sistema de educación a distancia que les permitiera salvar el año escolar. Así fue como se sumergieron en las teleconferencias y los trabajos en línea, al punto que hoy en día en algunos establecimientos educativos se habla de conservar el “plan remoto” para cuando la nieve y las inclemencias del tiempo provoquen el cierre temporal de las escuelas.
Los médicos generales, los especialistas, los odontólogos y hasta los veterinarios, que cerraron las puertas de sus respectivas clínicas y consultorios, se vieron inmersos, en un abrir y cerrar de ojos, en la tarea de atender a sus pacientes por teléfono o video llamada. Se volvió cotidiano contactar al doctor para hablarle de algún mal y recibir de su parte el diagnóstico y la receta médica, sin que fuese necesario el contacto físico. Así es como la telemedicina se abre paso como otra de las grandes herencias de esta pandemia. En algunos consultorios se habla de implementarla, aún después de la emergencia, como una alternativa para descongestionar las salas de espera y poder ofrecerle una mejor atención a los pacientes.
Gracias a la pandemia, los hospitales de Nueva York tuvieron que ampliar en un 50% su capacidad, convirtiendo al sistema de salud del estado en un engranaje más robusto, que está mucho más listo ahora para enfrentar una crisis como la que ya hemos vivido. La pandemia obligó a hospitales privados y públicos a trabajar mancomunadamente para alcanzar topes de cobertura que eran impensables hasta hace algunos meses.
Gracias a la pandemia las regiones están reclutando un ejército de rastreadores que ayudará a identificar a las personas que estuvieron en contacto con cada paciente positivo en COVID-19. Esto se presenta como una oportunidad laboral enorme, en momentos en que el desempleo alcanza índices tan altos como los que se registraban en el país durante la Gran Depresión de 1930. Además el ejército de rastreadores le pondrá rostro a miles y miles de de casos que están ahí, pero que no han sido cuantificados porque no alcanzan a ser detectados por las cifras de los hospitales.
Para volver a abrir las empresas, tanto empleados como empleadores deberán trabajar en su propio plan de mitigación de riesgo, para garantizar el cumplimiento de los mandatos de distancia social y la desinfección periódica de instalaciones y elementos de trabajo. La medida servirá no solo para combatir los focos de infección del COVID-19 sino de otros virus que pueda haber en el ambiente, lo que significa que tendremos entornos más limpios y sanos, algo que antes de la pandemia, sencillamente no existía.
Gracias a la pandemia el término “teletrabajo” ya no es una medida extrema sino una alternativa para optimizar y dinamizar los procesos. Las reuniones virtuales de trabajo y amigos se volvieron una constante en tiempos de Coronavirus y nos han permitido estar más cerca y sobrellevar en muchos casos, los estragos del confinamiento. La tecnología en todas sus manifestaciones ha dicho presente, ayudando al ser humano a seguir cumpliendo con su día a día. Gracias a la pandemia hoy podemos hasta casarnos de manera virtual. Quién lo creyera!!!!
De acuerdo con una orden del gobernador de Nueva York, todos los días, entre la 1 y las 5 de la mañana, el sistema de transportes del estado deberá ser desinfectado, algo que parecía imposible de cumplir hasta antes de la pandemia, en los trenes y buses de una de las regiones más concurridas del mundo. Otro punto a favor de la emergencia del Coronavirus, a la que le vamos a quedar debiendo que podamos usar un sistema de transportes más limpio de ahora en adelante.
En muchos hogares, las familias también han implementado un ritual de desinfección no solo personal, sino de todos los artículos que ingresan a las casas. Rutina que de ser conservada podría contribuir a mantener a raya muchos de los virus e infecciones que amenazan al mundo.
Quizás usted ha escuchado muchas veces durante esta pandemia la palabra “reinventarse”. Y es que sin duda éste es uno de los grandes regalos de la crisis, porque a todos, absolutamente a todos, nos tocó transformar algo de nuestras vidas, para poder seguir adelante en tiempos tan convulsionados. Muchos han tenido que hacer uso de toda su creatividad para enfrentar la devastación económica, lo que ha dado origen a proyectos maravillosos. Algunas personas han tenido por fin el tiempo para sacar adelante esa idea que tenían aplazada, otros han encontrado finalmente el espacio para cuidar su cuerpo, hacer ejercicio, poner en marcha la dieta que habían intentado por años, en fin, la pandemia nos ha permitido saldar cuentas con nosotros mismos y materializar muchos sueños.
Otro punto positivo de esta temporada es la faceta solidaria que ha florecido de manera contundente. Muchos han tenido la oportunidad de ayudar desde sus diversos frentes de batalla y aportar algo, en la medida de sus posibilidades. Casi a diario nos topamos con campañas para reunir dinero, nos topamos con llamados a participar como voluntarios en alguna misión o con citas para una jornada de distribución de alimentos, entre muchas otras actividades, con las que se ha puesto de manifiesto la solidaridad humana. Bien dicen que en los peores momentos se conoce lo mejor de las personas y esta pandemia nos lo está demostrando, día a día, en muchos rincones del planeta.
Por último, no por ser lo menos importante, he de decir que uno de los mejores regalos de este tiempo de crisis es la oportunidad de compartir en familia. Compartir una cena, una película, una receta, una historia, una anécdota. Instantes que en la montaña rusa de la vida, estaban prácticamente en vía de extinsión. La pandemia nos ha permitido volver disfrutar del día a día del hogar, volver a disfrutar de la esencia de la familia y del valor del tiempo compartido.
Claro que esta pandemia ha sido abominable, nadie puede negar que nos ha arrebatado muchas vidas, que se nos llevó en segundos la tranquilidad y nos tiene sumidos en la más oscura crisis económica de los últimos tiempos. Pero en honor a la verdad, hay que decir que este monstruo malvado, también nos ha dejado muchas cosas buenas que nos ayudarán a vivir mejor de ahora en adelante.
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