La primera vez que estuve en Munich, allá por el verano de 1988, hubo flechazo. Venía de un recorrido de vacaciones con mi amigo Germán desde Barcelona, cuyo destino final era la antigua Checoslovaquia. Acababa de comprarme mi primer carro nuevo, un Lancia Y10 blanco con la puerta trasera pintada de negro. Era un carro pequeñito, pero me parecía muy bonito. Todo el mundo me aconsejó que comprase otra marca, un carro más grande. Pero a mí me encantaba, yo me sentía volar en él. Una amiga me dijo, “este carro es como usted, libre.”
Munich es una ciudad de historia y tradición, mezclada con el hecho de ser actualmente una de las ciudades industriales más grandes de Alemania y un centro internacional de negocios. Tiene dos universidades muy grandes y reconocidas por ser un importante centro de investigación en ingeniería y medicina.
Cuando uno pasea por la capital de Baviera y sus alrededores, nota que la calidad de vida que tiene esta ciudad es envidiable. Se ha ganado con toda justicia ser considerada la ciudad más próspera de Alemania. Para redondear, tengo que decir que los bávaros son amables, educados y cívicos.
Después de 1988, he vuelto algunas veces más. La última fue la semana pasada invitado por Cristina y Javier, dos amigos españoles muy queridos que viven hace unos años en Munich. Como si de dos nativos se tratara, se dedicaron a enseñarnos la ciudad y sus alrededores a mi hermana Martha y a mí, con tanto mimo y tanta dedicación, de una forma que no conocía, que el resultado es que he vuelto más enamorado.
Pasear por Múnich y sus parques en otoño es muy especial. Los tonos amarillos, naranjas y tierra que tienen los árboles en esta estación, aumentan la belleza de estos campos. The Englischer Garten (el jardín inglés), es un sorprendente pulmón verde localizado en el corazón de la ciudad, con más de 400 hectáreas, que constituye uno de los parques urbanos más grandes del mundo. Cuenta con 78 kilómetros de caminos para pasear, zonas ajardinadas y curiosos edificios, como una pagoda china, una casa de té japonesa o un pequeño templo de estilo griego. Con mis amigos visitamos la parte norte, que es la más visitada del parque. Hay otra al sur que suele ser más tranquila, y según nos contaron, parece un campo abierto, no un parque. El parque está atravesado por un gran canal artificial, conocido como el “arroyo helado”.
Los parques tienen sitios de picnic donde las familias muniquenses van a pasear y a comer los platos tradicionales del país. Estuvimos también en algún restaurante dentro del Jardín inglés. La comida es rica y abundante. Es una cocina simple y rústica, que se caracteriza sobre todo por platos contundentes de carne y asados. La vieja cocina bávara está directamente relacionada a la cocina de Bohemia y Austria.
Nuestros anfitriones se encargaron de reservar anticipadamente en varios restaurantes de la ciudad y sus alrededores, para darnos la oportunidad de conocer de cerca la cocina de Baviera.
De las cosas que comí, me quedo con el flammkuchen, una especie de pizza muy fina y crujiente que está en la carta de casi todos los restaurantes de Munich, al lado del kartoffelsalat (ensalada de papas), la weisswurst (salchicha blanca) o el Munchner Schnitzel (carne apanada o chuleta como decimos en Colombia).
Esta receta proveniente de Alsacia, cuyo nombre flammkuchen significa “tarta en llamas”, se ha vuelto muy popular en todo el país. La suelen servir con una base de crema de leche, cebolla salteada y beicon o jamón, o en versión vegetariana. La masa es fina y crujiente. Es un plato con muy pocos ingredientes y muy fácil de hacer. No se le pone tomate, y su forma suele ser rectangular u ovalada, no redonda como la pizza.
Cuenta una leyenda que el origen de este plato data de hace más de 100 años, cuando una panadera estaba utilizando una fina masa de pan para cerciorarse de que la temperatura del horno era la adecuada para hornear el pan. Al retirar el trozo que utilizaba como prueba, vio que tenía buena pinta, pues su aspecto tenía un aspecto delicioso y muy crujiente, así que para mejorarlo, utilizó ingredientes que tenía a mano como cebolla, crema de leche y beicon. El resultado fue todo un éxito y desde entonces se popularizó. Hoy en día es uno de los platos más populares de los alemanes.
Esta es la receta de hoy. Les invito a hacerla. Es muy fácil de hacer y seguro que les va a encantar esta versión.
Receta Flammkuchen, la pizza alemana:
INGREDIENTES:
MASA:
- 2 cucharadas soperas de aceite
- 1/2 taza (125 ml) de agua
- Una pizca de sal
- 2 tazas (250 gr) de harina
RELLENO:
- 2 Cebollas cabezonas
- 3/4 taza (100 gr) de beicon
- 1 vaso de crema de leche espesa
- 1 vaso de crema de leche agria
PREPARACIÓN:
Precalentar el horno a 480ºF (250ºC).
MASA: Poner todos los ingredientes en un recipiente hondo y mezclar muy bien con las manos hasta obtener una masa compacta. Cubrimos con un paño y dejamos reposar.
Después del reposo, enharinar una superficie, poner la masa encima y con un rodillo amasar hasta obtener una masa fina. Normalmente la forma que queda es ovalada o rectangular.
RELLENO: En un recipiente mezclar la crema de leche, la crema agria y la sal. Cortar el beicon en trozos pequeños.
Pelar y cortar la cebolla en juliana fina. Ponerla en un recipiente con un poco de aceite cubrir con film y poner en el microondas por 1 minuto a temperatura alta, para rehogarla un poco.
MONTAJE: Untamos la superficie con la mezcla de cremas. Disponer por encima los trocitos de beicon y de cebolla.
Poner en el horno por 20 minutos. Y ya está… Debe de quedar crujiente. Se corta en 4-6 trozos y se come caliente, con las manos.
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.