Conocí Egipto casi por casualidad.
Mis hermanas y yo habíamos decidido ir a pasar un fin de semana a Madrid. Llamé a Arola, de la agencia de viajes, para preguntar por los billetes y el hotel, y su respuesta fue: ¿Os gustaría ir a Egipto?, con la advertencia de “tienen que decidirse hoy mismo”. Se trataba de un viaje organizado, todo incluido, que promocionaba su agencia y que estaba programado para un par de días después, del cual quedaban justo 3 plazas libres. Y nos las ofrecía por la mitad de precio. Era más barato ir a Egipto que a Madrid. Además, era el doble de días. Me quedé desconcertado, no había pensado ni por asomo en ir a Egipto alguna vez, o al menos no en ese momento. Pero enseguida me gustó la idea y llamé inmediatamente a Janeth y a Martha para contarles la propuesta de Arola. Aceptaron inmediatamente y, sin pensarlo, un par de días después estábamos en un avión rumbo al país de las pirámides.
Se trataba de un viaje organizado, que consistía en llegar desde Barcelona por avión a Luxor, hacer un crucero por el Nilo hasta Asuán, visitar Abu Simbel y luego coger un avión y pasar tres días en El Cairo, donde visitaríamos las Pirámides de Giza.
Hace más de 2000 años, Heródoto dijo: “Quien no ha visto Egipto, no ha visto el mundo”. Considerado la cuna de las civilizaciones, Egipto es un país único que une el noroeste de África con Medio Oriente. Es un destino sorprendente y cargado de magia e historia que invita a sus visitantes a disfrutar de una experiencia inolvidable. El esplendor de Egipto data del periodo de los faraones. Tiene monumentos con milenios de antigüedad ubicados en las orillas del fértil valle del río Nilo, incluidas las colosales pirámides de Guiza y la gran esfinge, al igual que las tumbas del Valle de los Reyes y el tempo de Karnak bordeado de jeroglíficos en Luxor. Su visita nos regaló una apasionante mezcla entre aventura, cultura y misterio.
Cuando llegamos del aeropuerto, nos esperaba el guía, un egipcio grande y amable que nos orientó y nos ayudó a instalarnos en un barco atracado en el Nilo, que iba a ser nuestro transporte y hotel durante el crucero por el Río. El guía distribuyó las llaves de los camarotes, entregó a cada uno el programa del crucero y nos citó para la primera reunión de los viajeros después de cenar. Una vez instalados, nos tocó compartir la primera cena. El barco tenía un comedor con unas mesas alargadas distribuidas en el centro. El guía nos indicó que las personas con las que nos sentáramos esa noche iban a ser nuestros compañeros durante todo el viaje. Tuvimos suerte con los que compartieron nuestra mesa, pues enseguida congeniamos y nos volvimos inseparables. En esa cena se hizo la presentación de todos los viajeros, se explicó el crucero, tomamos té y nos fuimos a dormir muy pronto. De madrugada nos llevaron a la primera excursión, que era al Valle de los reyes. El madrugón estaba justificado: en Egipto es mejor hacer las excursiones muy temprano en la mañana, y pudimos comprobar que al mediodía el sol pega muy fuerte.
Estar en Egipto era como estar en un cuento de las mil y una noches, parecía como si estuviésemos en un decorado de una película egipcia. En cada parada, el guía se encargaba de irnos instruyendo en cuanto a la historia del país, de los personajes y también de sus mitos.
Recuerdo la historia trágica del mito de Osiris, que era el dios de las regiones fértiles del valle del Nilo. Su hermano Set reinaba en el desierto y las montañas. Corroído por la envidia, Set convenció a Osiris para que se introdujera en un sarcófago, que a continuación cerró y arrojó al sagrado Nilo para que muriese. Isis logró rescatar el ataúd del río, pero Set se apoderó de nuevo del cadáver descuartizándolo en 14 pedazos que repartió por todo el recorrido del río. Isis logró recuperarlos y unirlos y sobre el cuerpo inerte de su esposo concibió a Horus, que finalmente vengó a su padre derrotando a Set. El guía se empeñó en darnos información de todo, porque en realidad no sabíamos nada, o casi nada, de esta civilización, salvo algunos nombres que nos resultaban familiares.
Quiero mencionar especialmente a la faraona Hatshepsut, que fue regente de su sobrino e hijastro Tutmosis III (hijo de su hermano y marido Tutmosis II), que heredó el trono siendo menor de edad. Siendo regente, Hatshepsut planeó un golpe de estado que la llevó finalmente al poder, convirtiéndola en reina faraón. A pesar de tener el apoyo de los sacerdotes, el pueblo egipcio no la aceptó como su reina. Dejó cientos de templos y obeliscos por todo el reino para que quedara constancia de su reinado, pero cuando Tutmosis III llegó a ser el faraón, intentó por todos los medios borrar los vestigios de esas construcciones. Afortunadamente no lo logró y la historia de Hatshepsut ha llegado hasta nuestros días. Su coronación por el dios Amón está representada en relieves en el templo de Karnak.
Después de las visitas solíamos volver al barco y nos subíamos a la cubierta, donde había sillas y hamacas. Para mí esa fue la mejor parte del crucero, la que más disfruté. Desde esa terraza, con una brisa suave y una paz infinita, se podían ver las riveras verdes del río sagrado y más allá, a lo lejos, el comienzo del desierto. Fuente de vida y prosperidad, el río Nilo fue fundamental en el nacimiento de la civilización egipcia y marcó, al ritmo de sus estaciones, la vida de quienes habitaban en sus orillas. Heródoto también dijo: “Egipto es un don del Nilo”. Pese a estar situado en una de las zonas desérticas y áridas más extensas del planeta, Egipto acogió una de las civilizaciones más brillantes y ricas de la Antigüedad. Ello fue posible gracias al río Nilo, que desempeñó un papel crucial en la formación y desarrollo de la cultura faraónica. Fuente inagotable de recursos, el Nilo aportó con generosidad el agua y los alimentos necesarios para subsistencia de los egipcios, y su curso constituyó la principal vía de transporte de personas y mercancía por todo el país. Con más de 6600 kilómetros de longitud, el Nilo y el Amazonas son los ríos más largos del mundo.
Hapi era la divinidad que personificaba el río, representaba el poder benéfico y fecundante que hacía verdear las orillas del valle y del delta. El pueblo egipcio lo veneraba, y el faraón le hacía ofrendas para que la crecida anual del Nilo tuviera lugar durante el periodo correcto y su caudal fuese el adecuado. Si las aguas no subían lo suficiente, se reducía la superficie de tierra que se podía sembrar y las cosechas decrecían, con la consecuente hambruna entre la población. Una crecida excesiva también traía consecuencias desastrosas, ya que se perdían cosechas enteras por anegamiento, se destruían diques y canales, y aldeas y pueblos enteros eran arrasados. Las crecidas anuales del Nilo marcaron el ritmo de vida de sus habitantes durante milenios, hasta que la construcción de la gran presa de Asuán en 1970 extinguió para siempre el ciclo anual de inundaciones.
Las largas conversaciones que tuve en esa cubierta del barco con mis hermanas quedarán para siempre en nuestro recuerdo. Vivir esos días con ellas fue maravilloso. No dudaría en volver a hacer ese crucero. De las comidas, recuerdo los desayunos en particular, por lo diferentes que eran. A la hora programada nos encontrábamos cada mañana en el comedor y comentábamos las experiencias del día anterior con los compañeros de la mesa. Esos desayunos eran realmente muy diferentes a lo que se suele desayunar en occidente. Se dice que en Egipto hacen el desayuno más antiguo del mundo y el más saludable de los países del Oriente Medio árabe. Son desayunos muy completos y elaborados, ya que en los mismos hay mucha variedad de bebidas y comidas. Los egipcios consideran que el desayuno es la comida más importante de todo el día. En Colombia se desayuna salado. En Egipto también. Nos daban ful medames, un hummus elaborado básicamente con puré de habas y garbanzos, ajo y limón aliñado con pimentón y tahini (pasta de sésamo), huevos cocidos, falafel, pan de pita, vegetales cocidos, vegetales crudos, aceitunas, queso salado, yogur y aceite, todo acompañado con té. Como una concesión para los turistas, también se servía café.
Hoy les traigo la receta del Hummus y del falafel. Pueden tomarse en el desayuno o en cualquier otra comida del día. Son platos deliciosos y muy fáciles de hacer. Además, son sanos y están muy ricos.
Buen provecho.
Ingredientes:
- 1 libra (400 grs.) de garbanzos hervidos.
- 1 cup (130 grs.) de tahini (PASTA de sésamo)
- 2 limones.
- 1 diente de ajo.
- 1 cucharada de Cominos
- 1 cucharadita de sal
- 1 vaso de agua.
- Aceite de oliva extra virgen.
- Pimentón o Paprika
Preparación:
Poner los garbanzos en la licuadora con el ajo, la sal, la crema de sésamo, los cominos, el zumo de 2 limones y el agua, y se mezcla hasta obtener una crema uniforme y lisa. Una vez hecha corregir de sal.
Se pone el hummus en una fuente y se aliña echando por encima un poco de pimentón o paprika y un buen chorro de aceite.
Acompañar con pan de pita.
FALAFEL CON SALSA DE YOGUR
INGREDIENTES:
FALAFEL: 3/4 libra (300 gr) de garbanzos crudos, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, 2 cucharadas de perejil fresco picado y 1 cucharada de cilantro fresco picado, 1 cucharada de cominos, 1 cucharada de polvo royal, aceite de girasol o de oliva suave, sal y pimienta.
SALSA DE YOGURT: 1 yogur blanco sin dulce, 2 cucharadas de aceite de oliva, 1 diente de ajo muy picado, el jugo de medio limón, menta fresca picada, sal y pimienta.
PREPARACIÓN:
FALAFEL: Poner a remojar los garbanzos al menos 48 hora antes. Cambiar el agua un par de veces. Una vez hidratados, se lavan y se ponen a secar encima de papel absorbente. Ponerlos en la licuadora y los trituramos muy bien. Los reservamos en una fuente.
Ponemos en la licuadora la cebolla troceada, los dientes de ajo, el perejil, el cilantro, sal y pimienta al gusto, el comino y por último la levadura. Triturarlo todo, añadirle los garbanzos triturados. Debe quedar todo incorporado. Ponemos la mezcla en una fuente y dejamos reposar en una hora. Pasado el tiempo de reposo, nos mojamos las manos y hacemos bolas del tamaño de una nuez, apretándolas muy bien para que no se deshagan. Si la masa queda muy húmeda y no aprieta, añadir un poco de harina de trigo, o de garbanzo. Una vez hechas, las aplastamos ligeramente para darle la forma definitiva.
En una olla con abundante aceite de oliva caliente, se fríen los falafel, están dorados enseguida, como máximo 1 minuto. Escurrir en aceite de cocina.
SALSA DE YOGUR: En un bol poner el yogur y sobre él, el diente de ajo picadito, el jugo de limón, el aceite de oliva, sal y pimienta al gusto. Mezclamos para que todo se integre, añadir la menta fresca picadita. Mezclar.
Servir los falafel acompañados de la salsa de yogur.
Foto portada: cardiovida24.com
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.