Mi sobrina Silvia estudió biotecnología en la Universidad de Lleida y decidió, a través del programa europeo de intercambio universitario Erasmus, hacer su último año de carrera en Helsinki, Finlandia.
Este programa permite que los estudiantes puedan estudiar en un país extranjero parte de su carrera universitaria. Gracias a que tengo muchos sobrinos y a los Erasmus que han hecho, he podido conocer varias ciudades del mundo.
La visita a Silvia era obligada y además fue una excusa perfecta para conocer algo de Finlandia, un país que siempre había querido visitar y más desde que leí que los finlandeses son la gente más feliz del mundo. Admiro muchas cosas de Finlandia. Podría extenderme en cada una de ellas, pero quisiera resaltar la fama, bien ganada, de su educación. Admiro que para los finlandeses el rol del maestro está reservado solamente para los mejores profesionales del país y goza de una gran reputación. La carrera de magisterio es más estimada que la de los médicos, ingenieros y abogados. Es difícil obtener una plaza en la universidad para estudiar magisterio. Hubiera sido imposible que el espectacular avance económico y tecnológico finlandés no estuviera relacionado con su sistema educativo. Los alumnos de los colegios finlandeses se ubican en primer lugar entre los mejores del mundo en matemáticas, comprensión de textos y conocimientos científico, y además manejan al menos tres idiomas.
Llegamos a Helsinki a principios de marzo de 2013, cuando el invierno nórdico se sentía con toda su fuerza. Las calles y los campos estaban cubiertos por un manto blanco de nieve. El frío no nos acobardó y, con mi sobrina de guía turística, nos dedicamos a conocer Helsinki, que es la ciudad más grande de Finlandia.
El archipiélago de Helsinki está formado por más de 300 islas. Es una ciudad que no es muy grande y fácil de visitar, con un ritmo muy tranquilo. Tiene uno de los mejores sistemas de transporte público del mundo. Los habitantes de allí, a pesar del frío, caminan mucho y se desplazan en bicicleta. La ciudad combina perfectamente el diseño, la arquitectura, la gastronomía y la sauna. Los responsables de su cultura nórdica son sus propios habitantes.
Una de las cosas que queríamos ver en Finlandia eran las auroras boreales. Nos fuimos al norte, a la capital de Laponia, Rovaniemi, un oasis urbano en medio del inhóspito Ártico, donde confluyen la cultura, las actividades en plena naturaleza, los cuentos de hadas y es oficialmente la ciudad natal de Santa Claus. Cuando llegamos allí, la temperatura era de -27ºC. La nieve estaba por todas partes. Las estadísticas dicen que en Rovaniemi es posible ver auroras boreales hasta 200 noches al año. No sé si no tuvimos suerte, porque dedicamos muchas horas de las noches que estuvimos allí a observar el cielo de la Laponia finlandesa, o que nos dormíamos justo cuando se dibujaban en el cielo, pero no pudimos ver ninguna. Nuestro espartano y cómodo hotel/albergue estaba ubicado en medio de un bosque inmenso, alejado de cualquier vestigio de civilización. Nos dedicamos a hacer las excursiones que ofrecía el albergue: paseo en trineo tirado por perros, excursión con raquetas de nieve, paseo en moto de nieve y visita de la casa de Santa Claus. Para no congelarnos, nos prestaron trajes preparados para las temperaturas que había allí, ya que la ropa de invierno que llevábamos no era la adecuada. Aun así, no nos salvamos de que se nos congelara el sudor y las pestañas por el esfuerzo de caminar en la nieve.
El viaje a Rovaniemi fue como hacer un viaje a la luna, una experiencia inolvidable. Volvimos felices a Helsinki para despedirnos de Silvia. La última noche fuimos a cenar a Kappeli, un restaurante precioso que está en medio de un parque en el centro de Helsinki. Habíamos probado varios platos de la cocina nórdica a base de reno, salmón, corzo y verduras, que estaban muy ricos, pero ninguno me había parecido especialmente bueno. Esa noche probé y conocí el Lohikeitto. En finlandés lohi significa salmón y keitto, sopa. Esta sopa de salmón es un clásico de la cocina finlandesa, rápida y fácil de preparar, sustanciosa, repleta de sabor y muy, pero muy rica. Se ha vuelto una de mis sopas favoritas. Os comparto la receta.
INGREDIENTES:
- 3 tazas de agua
- 4 papas
- 1 zanahoria
- 2 cebollas
- 1 puerro
- Sal al gusto
- 6 granos de pimienta
- 2 libras (1 kg) de filetes de salmón fresco sin espinas y sin piel
- 1 taza de nata
- 1 cucharada de mantequilla
- Eneldo
- 1 hoja de laurel
PREPARACIÓN:
Cortar el salmón en dados de un poco más de 1 pulgada (3-4 cm). Pelar y cortar las papas en dados de 1/2 pulgada (2 cm), la zanahoria pelada y a trozos, las cebollas en juliana y el puerro en rodajas finas. Reservar.
En una olla para sopa, saltear un poco la cebolla y el puerro con la mantequilla a fuego suave. Cuando el sofrito esté transparente, añadir las papas, y la zanahoria, salpimentar, revolver para que se impregne todo, cubrir con agua justo que cubra las patatas, añadir los granos de pimienta, las 2 hojas de laurel, tapar y dejar cocer las papas a fuego muy muy lento. Estará cuando las papas y la zanahoria estén muy tiernas pero enteras. Bajar del fuego.
Inmediatamente añadir los trozos de salmón a la sopa. Nuevamente tapar la cacerola y dejar reposar un par de minutos.
Retirar las hojas de laurel y los granos de pimienta.
Mezclar 1/2 taza del caldo de la sopa junto a la crema de leche. Revolver suavemente la mezcla, agregarla dentro de la sopa y volver a calentar.
Espolvorear el eneldo y corregir el salpimentado.
Foto portada: CocinaconlosRolo.com
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.