Vi la película francesa Indochina, con Catherine Deneuve y Vincent Pérez, a mediados de los 90. Es un drama romántico con la revolución comunista como telón de fondo. Su estallido provocó el fin de la colonización francesa de Indochina y el nacimiento de Vietnam en 1954. Quedé fascinado con todo lo que vi detrás de la historia. Años después, tuve la oportunidad de visitar el sudeste asiático.
Llegué a Luang Prabang, una ciudad de Laos, un país situado en el sudeste del continente Asiático, después de un viaje larguísimo desde Barcelona, pasando previamente unos días en Bangkok, para visitar Laos, Vietnam y Camboya. El país se había abierto al turismo hacía un par de años. Durante mucho tiempo aislado por la guerra y la revolución comunista, Laos fue descubierto en los años 90 como uno de los escasos “lugares intactos” en el mundo.
En el aeropuerto nos esperaba un amable y risueño guía local, que era uno de los dos guías turísticos para castellano hablantes que había en el país y que hablaba en español con un delicioso acento cubano que le venía de haber estudiado economía en Cuba. Hacíamos parte de un reducido grupo de turistas españoles: una familia sevillana, una pareja madrileña y nosotros de Barcelona. Nos llevaron a uno de los hoteles más bonitos en los que he estado en mi vida. Los viajes organizados llevan un programa de visitas bien estructurado y estricto, que no permite deleitarse en los hoteles durante las estancias, lo que es una pena. En seguida nos fuimos de excursión. El sudeste asiático está formado, además de Laos, por 10 países, que juntos suman más de 640 millones de habitantes. A pesar de haber miles de pueblos y ciudades, Luang Prabang es considerada una de las ciudades más bonitas de todo el Sudeste Asiático, que no es decir poco. Fue declarada Patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1995. Arquitectonicamente, la antigua capital de Laos es un lugar especial gracias a la impresionante fusión de arquitectura tradicional y edificios coloniales franceses de los siglos XIX y XX. Paseando por el centro histórico de la ciudad, construido en una península formado por la confluencia del río Mekong y el Río Nam Kham, hay antiguos edificios y preciosos templos con más de 500 años de historia compartiendo espacio con bonitos edificios de estilo francés, renovados y convertidos en lujosos hoteles, restaurantes o pequeñas tiendas de ropa y recuerdos. El casco antiguo cuenta con decenas de templos, así que nos pasamos el día paseando por sus calles visitándolos. El más famoso es el Palacio Real, que ahora es el Museo Nacional. Allí vimos la estatua de Buda más famosa de la ciudad, una imagen de oro de 83 cm de alto. Aunque a uno no le gusten los palacios reales, el de la antigua monarquía laosiana no es como los demás. Recuerdo que el salón del trono era absolutamente espectacular, con sus paredes rojas cubiertas desde el suelo hasta el techo con cristales de colores, representando vegetales, figuras humanas y animales, así como escenas de la vida cotidiana. Curiosamente, más que ostentoso, el resultado me pareció cálido y acogedor. En contraste, las habitaciones y el resto de dependencias de la familia eran de una sencillez absoluta. Nos contaron que todo está tal cual lo dejaron cuando se vieron obligados a huir.
Volvimos a nuestro bonito hotel para descansar y comer. El hotel estaba situado en una colina arriba de la ciudad de donde se podía ver la naturaleza exótica que rodea Luang Prabang, con el río a su alrededor y la ciudad abajo de todo. La decoración del restaurante estaba hecha con mucho gusto. Entonces no conocía mucho de la cocina asiática, pero había tanta delicadeza y tanto por disfrutar en los platos que nos sirvieron, que empecé a sentir que yo me quería quedar más tiempo por allí. Pero el programa decía que debíamos volver a salir. Cada tarde, a partir de las 17:30, montan en Luang Prabang la calle Sisavangvong (la principal), un curioso mercado nocturno lleno de puestecitos de colores alumbrados con luces cálidas, donde venden de todo: comida, dulces, helados, ropa, recuerdos, plantas, artesanía local… Me impresionaron los puestos de comida, tan abundantes y coloridos, con tantas cosas que no conocía pero que me invitaban a probarlas todas. Lamenté amargamente que acababa de comer, pero me prometí volver al día siguiente con el estómago vacío. Hicimos de turistas por el mercado y nos volvimos al hotel para descansar. A día siguiente teníamos que madrugar.
Nos levantamos muy temprano, desayunamos medio dormidos y nos fuimos a ver una de las actividades más interesantes que vimos allí. El Tak Bat es una tradición budista que se remonta a más de 600 años. El día en Luang Prabang empieza muy temprano, cuando los monjes, recorren las calles en procesión en perfectas filas y en absoluto silencio, recogiendo “limosnas” (arroz pegajoso, bananos y dulces) que los habitantes de la ciudad les entregan en caridad. Al haber hecho voto de pobreza para dedicarse por completo a la religión budista, los monjes dependen exclusivamente de la generosidad de los fieles para alimentarse. Durante siglos, las gentes de Luang Prabang se han levantado antes del amanecer para preparar comida para luego dársela a los monjes para agradecerles por llevar a cabo sus tareas espirituales. Al alimentar a los monjes, los laicos generan buen karma y los monjes dan mérito a los devotos que son importantes para sus vidas futuras. Salimos de allí y nos fuimos a hacer un paseo por el Mekong, ese gran río que, naciendo en la Cordillera del Himalaya, discurre a través de China, Myanmar (antigua Birmania), Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam en un recorrido de casi 5.000 kilómetros hasta desembocar en las aguas del Mar de China. Para los habitantes de estos países, el Mekong más que un simple río, es fuente de vida. No sólo proporciona el transporte principal del país, el fluvial, sino que su agua riega los cultivos y provee de pescado a la población. Para Laos el Mekong es doblemente fuente de vida pues, a diferencia de sus países vecinos, no cuenta con salida al mar, con todo lo que ello significa. Durante el paseo visitamos templos budistas a lo largo de la orilla del río, donde también vimos el discurrir de la vida de los habitantes del campo, niños jugando y bañándose en el río, mujeres lavando ropa y hombres pescando.
En Laos la comida tiene como ingrediente principal el arroz, como buen país del sur de Asia. El arroz está presente en la mayoría, por no decir en todos los platos de la cocina del país. En esto los latinos estamos hermanados con los asiáticos. Nos decía el guía que en Laos la comida siempre es arroz y algo más, como en casi toda Latinoamérica. La diferencia está en que el arroz allí tiene un toque característico, que le viene dado por la salsa de pescado. También usan mucho el jaew bong, un condimento dulce y picante a la vez que le da un toque especial al arroz. La cocina de este país es muy rica y sabrosa. Al ser un país asiático, comen, además de arroz, muchas verduras y sopas, pescado y carnes en general. Al ser un país tropical y agrícola, hay abundante comida todo el año y abundancia de frutas y verduras. En Luang prabang no faltan los restaurantes de todo tipo que ofrecen a los comensales una cocina elaborada y deliciosa. Hay platos de todos los tipos y una variedad inmensa de delicias vegetarianas. Nos comimos unos rollitos de hojas de arroz de verduras frescas y langostinos en una paradita cerca del mercado nocturno. Era la primera vez que comía algo así y me pareció algo fresco, rico y además saludable. Las hojas de arroz están hechas totalmente a base de arroz. Son muy típicas en el Sudeste Asiático y en toda Asia. Son unas obleas que se obtienen a partir de harina de arroz y que, tras sumergirse unos segundos en agua tibia, se vuelven maleables y que con ellas se pueden hacer rollos rellenos de verduras, carnes, pescados y cuanto alimento tengas en la nevera. Se pueden hacer fritos, al vapor, al horno, a la plancha, o sin cocerse. En Laos existe una gran tradición de rollos hechos a base de papel de arroz.
Hoy les traigo una receta de rollitos de pasta de arroz. Otra forma de comer arroz. Los invito a enrollarse. Dejen volar su imaginación y hagan unos rollos a su medida.
INGREDIENTES (8 Rollitos):
- 8 tortillas de arroz (se encuentran en la sección de congelados)
- 8 colas de camarones grandes cocidos y pelados
- 1 aguacate
- 1 zanahoria
- 8 habichuelas cocidas
- 6 hojas de lechuga limpias
- 2 tomates pelados y sin semillas
- 1 cebolla tierna
- Una cucharada de pepinillos en vinagre
- Cilantro o Menta
- Salsa soja
- Salsa Agridulce
- Vinagre de arroz
- Sésamo
PREPARACIÓN:
RELLENO:
Pelar las colas cocidas de los camarones.
Pelar y cortar el aguacate en tiras.
Lavar y secar las hojas de lechuga y cortarlas en tiras, del mismo tamaño de las de aguacate.
Cocer las habichuelas.
Pelar y cortar las zanahorias en tiras finas.
Pelar y quitar las semillas a los tomates. Cortar en cubitos iguales.
Pelar, lavar y cortar la cebolla en juliana fina.
Cortar los pepinillos en tiras finas.
MONTAJE: En el momento de armar los rollitos preparar la superficie de trabajo. Poner una tabla para hacerlos y todas las verduras y los langostinos dispuestos en platos por separado. En una fuente ancha poner agua tibia y cada vez que hagamos un rollito, hidratar una oblea de arroz por 12-15 segundos. No meterlas todas juntas, porque es muy fácil que se peguen, por el almidón de arroz.
Poner la tortilla de arroz sobre la superficie. En un extremo de la tortilla poner tiras de todas las verduras, el langostino, unas hojas de cilantro o menta y un poco de tomate y de pepinillo. Hacer un primer enrollado para sujetar el relleno. Doblar los extremos hacia adentro, sobre el rollo que hemos hecho y continuar enrollando hasta terminar con el rollito. Ir colocándolos en una bandeja para llevar a la mesa, hasta terminarlos todos.
Disponer las salsas en recipientes lo suficientemente anchos que permitan untar los rollitos con la salsa. Echar un poco de sésamo a la soja.
Como expliqué en la receta, estos rollitos también se pueden freír. Muy poco porque se suelen romper, si no se manipulan bien.
Servir acompañados de las salsas. A disfrutar!
Foto: Shootecook.es
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.