Viendo las publicaciones de amigos y conocidos en redes sociales, hay dos temas que inmediatamente sobresalen: las elecciones generales que se llevaron a cabo a principios de mes y el agotamiento mental a causa de la pandemia, lo que ha llevado a que la gente relaje las medidas de distanciamiento social y se vuelva a reunir, muchas veces, sin mascarillas.
Si bien la conversación pública sobre política, y las elecciones, es algo necesario y nuestro deber cívico como personas que vivimos en suelo estadounidense, lo que preocupa bastante es ver fotos de reuniones, fiestas, encuentros y más, ya sea al aire libre o no, donde grupos grandes de gente se aglomeran “para la foto” o para acudir a un evento o celebrar un cumpleaños.
Y si, es verdad, este 2020 ha sido un año durísimo, donde millones no solo han sufrido física y mentalmente, pero también económicamente y socialmente. Y si, es verdad, llega un punto en que las llamadas por Zoom o WhatsApp, por mucho que digamos que si, no son suficientes para reemplazar un abrazo de verdad, o una conversación cara a cara… pero, ¿cuál es la alternativa?. Si somos realistas, y nos damos cuenta de la cantidad de casos reportados en nuestra área en las últimas semanas, no tenemos muchas opciones. Debemos seguir manteniendo la distancia social, quedarnos en casa lo que más podamos, llevar mascarilla o tapabocas si salimos, y lavarse las manos frecuentemente.
Actualmente en el condado de Suffolk tenemos una tasa de infección del 3.7%, un índice que hace tan solo un mes estaba al 1%. Desde luego, las cifras no mienten, los casos están aumentando de forma alarmante, como bien lo dijeron el gobernador del estado de Nueva York y el ejecutivo del condado de Suffolk esta semana, y estamos volviendo a ver una incidencia del virus que no se veía desde la primavera.
Desde marzo, según datos del Departamento de Salud de Suffolk, se han administrado 1.224.217 tests de COVID-19; de esos tests, 53.225 resultaron positivos — 449 casos se reportan solamente ayer—; 2023 personas han muerto y 6.161 personas han sido hospitalizadas y luego dadas de alta. Y estas cifras corresponden solamente a nuestra pequeña región. Si miramos cifras del condado de Nassau o la ciudad de Nueva York, los números se multiplican de forma exponencial. Vuelvo y repito, más de 2.000 personas han muerto sólo en Suffolk, una cifra aterradora, equivalente a 36 buses.
En todo Estados Unidos han muerto 225,683 personas, el equivalente a cuatro estadios de fútbol. El Covid-19, según el Centro de Control de Enfermedades, es la tercera causa principal de muertes en Estados Unidos este año. La primera y segunda son muertes por enfermedades cardiovasculares y muertes por cáncer respectivamente.
No hay cómo negarlo, todas las métricas lo indican, la cosa es seria y las consecuencias devastadoras. Tenemos que ponernos las pilas, como dice el dicho. Esta pandemia no se acaba, al contrario, está resurgiendo y actualmente vivimos lo que muchos especialistas en enfermedades infecciosas tanto temían: una segunda ola. A la vista de volver a caer en las garras del virus, el estado de Nueva York está apretando las tuercas al establecer restricciones en un intento por evitar confinamientos y cierres masivos cómo los que vivimos en marzo, abril y mayo de este año, y que tanta polémica y estrago económico causaron en la región.
Sin embargo, ya sea por la terrible politización del virus en Estados Unidos, el agotamiento mental o la irresponsabilidad, con la llegada de Halloween, y la apertura de la temporada de festivos que se acerca, la gente parece haberse relajado, pensando, que como a ellos no les tocó, o ya tuvieron el virus—por cierto, el virus, se ha comprobado, se puede coger dos veces—, pues ahora ya pueden hacer vida normal.
Pero no, no podemos caer en esta mentalidad. Acordémonos por favor de la pesadilla que se vivió hace tan solo unos meses atrás; respetemos las muchas familias que quedaron a la deriva después de que sus familiares y amigos murieran, completamente solos, en hospitales de la región; hagámosle un homenaje a todos aquellos trabajadores de primera necesidad que se expusieron, día tras día, para que nosotros pudiésemos llevar comida a casa, ir en transporte público al trabajo, o acudir a un hospital o centro médico donde nos atendieran. Y todo esto sin contar que muchas de las personas que han superado el virus, se ha demostrado, han quedado con secuelas importantes.
Entendamos, de una vez por todo, que todavía queda camino y que la única manera—la única— de frenar esta crisis de salud pública es clara y sencilla: todos tenemos que poner de nuestra parte. No hay solución mágica, a la vacuna todavía le quedan muchos meses de ser una realidad, y la urgencia es inmediata. Si voluntariamente somos conscientes de las acciones que debemos tomar, podremos volver a frenar el virus y una vez más, ser el estado modelo de la nación. Por eso, ahora que se acerca el Día de Acción de Gracias y otros festivos, sigamos las directrices de los expertos y no dejemos que el virus siga propagándose.
Yo quiero ser parte de la solución, ¿y tú?