Mi papá tuvo una imprenta en Cali durante toda su vida y con ella levantó a nuestra familia. El negocio no paró de crecer desde su fundación a finales de los años 50. A mediados de los 70, ya era una empresa consolidada y en su anhelo de crecer compró unas máquinas de fundición para fabricar fuentes de plomo para tipografía. La idea era vender las fuentes a los tipógrafos supervivientes de toda Colombia, Venezuela y Ecuador. Las máquinas eran viejas, pero trabajaban 24 horas al día por la demanda constante de fuentes. Las imprentas iban desapareciendo en el resto del mundo devoradas por las nuevas tecnologías y la era digital, pero en muchos países como el nuestro las tipografías siguen todavía trabajando y utilizando los métodos de Gutemberg para las impresiones que realizan.
En 1993 yo ya vivía en España y mi papá nos vino a visitar. Venía de Estados Unidos, donde estaba buscando piezas de repuesto para sus viejas máquinas de fundición y una cosa llevó a la otra. Empezamos buscando los repuestos en Barcelona, luego en Londres y de allí nos dirigieron a la India, donde estaba la central de la Monotype International Corporation en Delhi. Visitamos también Bombay y Calcuta, buscando los repuestos. A duras penas, mi papá pudo hacer negocios con los indios que, a pesar de ser amables, son especialistas en enredar a la gente. Con el objetivo medio alcanzado nos volvimos a nuestras vidas. Lo que sí tuvimos claro con mi papá, es que ese viaje imprevisto nos cambió la forma de mirar el mundo. Hubo un antes y un después. A mi papá se le abrió un mundo de negocios, y yo quedé prendado de ese país. En pocos días los dos vivimos ese otro lado de la vida que existe, pero uno desconoce. Un mundo al que uno se acerca y todo lo que se conoce como normal se convierte en duda cuando ves que hay otra manera de vivirlo y uno tiene que tomar partido, no puede quedarse siendo un mero espectador. La india te atrapa o te repele.
He tenido la suerte de volver a la India en varias ocasiones. Cada vez que he vuelto, he conocido nuevos lugares y he vivido nuevas experiencias, aumentando con ello el amor que le tengo a ese país. La India es el séptimo país más grande del mundo y tiene en la actualidad una población de alrededor de 1.300 millones de personas. Tiene 4 religiones que son originarias de allí: el hinduismo, el budismo, el jainismo y el sijismo, que conviven con el judaísmo, el cristianismo, el islam y el zoroastrismo. He podido visitar muchos sitios de ese inmenso país, pero estoy lejos de poder decir que lo conozco. No obstante, de cada viaje que he hecho, mi memoria está llena de vivencias, de anécdotas, de lugares únicos, de belleza, de gente hermosa y de muchos colores.
Uno de los grandes regalos que me ha hecho la India es haber conocido a la familia Sharma en Jaipur y por ello poder decir que he hecho amigos allí. Jaipur representa a la perfección el auge y la caída de los maharajás de la India. Coqueta como ninguna, pero al mismo tiempo, gigantesca y caótica, la ciudad rosa, como se le conoce, es la gallina de los huevos de oro de Rajastán. Rezuma fastuosidad y pobreza a la vez. Su fundador llegó al poder con 11 años y, por eso, Jaipur mantiene un perfecto equilibrio entre la magia y la ciencia, la realidad y lo imaginado. Un observatorio astronómico, una de las mayores y más lujosas mansiones del país, una ciudad arquitectónicamente perfecta y estéticamente bella, con un cine de colores chicle, transmiten la sensación de que aquellos caprichos de un joven emperador se convirtieron con el tiempo en la referencia de una región y un país.
Mis amigos Kamal, Pramila, Vipul y Atul, pertenecientes a la casta brahmán, me han acogido como a uno más de su familia cada vez que los he visitado. Esas convivencias me han permitido no sólo conocer Jaipur con ellos haciéndome de guía, sino acercarme un poco a conocer cómo es la vida en las casas de ellos, a su manera de entender el mundo, que es muy diferente a como lo entendemos por estos lados. He tenido la suerte de vivir en su casa por algunos días y compartir su intimidad, sus rutinas y sus costumbres.
La mayoría de los indios son vegetarianos. Las calles están llenas de ofertas de comida de todo tipo. Las especias impregnan la comida callejera y de las casas indias y vuelan por el aire del país. La India y sus gentes huelen a sus condimentos. Cuando uno vuelve de la India, al abrir la maleta le vienen todos los olores que le acompañaron a uno durante el viaje.
Pramila es una gran cocinera, y me ha permitido en varias ocasiones cocinar con ella y, aunque es difícil por la barrera del lenguaje y de los nombres de los ingredientes, alguna cosa he aprendido. Hoy les traigo una receta simplificada de curry de pollo que se caracteriza por estar hecho a base de leche de coco y especias. El curry no es una especia en sí mismo. Es una mezcla de varias especias y en cada lugar se hace una receta diferente. La palabra curry viene en su origen de la palabra kari, que significa salsa en Tamil, el idioma que hablan en el sur de la India, donde se elaboran platos muy especiados con un sabor muy característico que viene de una especia que viene del árbol del curry. Los británicos enloquecieron con su sabor y decidieron comercializarlo. Pero las hojas de curry perdían muy pronto su aroma y, para elaborar un sabor que se conservara y se pareciera al de la hoja de curry, crearon una mezcla de especias haciendo que el resultado final se pareciera bastante poco al kari original que les había enamorado. Hoy en día hay curry en todos los supermercados. La receta del curry de pollo es muy fácil de hacer y es realmente deliciosa. Espero que la prueben y con ella prueben un poquito de los sabores de la india. Si usted es vegetariano, cambie el pollo por una mezcla de verduras que le guste. Quedará igual de rico. Esta receta también se puede hacer con cordero, res, conejo o pescado. Ahí lo dejo.
CURRY INDIO DE POLLO
INGREDIENTES:
- 3 Pechugas grandes de pollo
- 2 manzanas Golden
- 1 cebolla grande
- 4 dientes de ajo
- 1/2 taza (70 gr) de coco rallado
- 2 tazas (½ L) de caldo de pollo
- 1 taza (250 grs) de leche de coco
- 2 Cucharada sopera de curry
- 1 Cucharada sopera de cominos
- 1 Cucharadita de café de chile o ají (al gusto)
- 2 hojas de limonero
- Cilantro
- Sal y pimienta
PREPARACIÓN:
Cortar las pechugas en dados de 1/2 pulgada (2 cm.) Salpimentarlas. Sellar los dados de pollo en una olla con un par de cucharadas de aceite caliente. Reservar.
Pelar y picar muy pequeñito la cebolla y el ajo. Pelar y rallar las manzanas.
En la misma olla donde hemos dorado el pollo, sofreír la cebolla con la cebolla y el ajo. Una vez la cebolla esté transparente, añadir la manzana rallada, revolver y añadir el coco rallado, revolver y saltear un minutito, añadir curry, el comino y los dados de pollo, revolver, y luego añadir el caldo de pollo (debe cubrir), y cocer a fuego medio por media hora, hasta que el pollo esté cocido. Al final añadir la leche de coco, revolver, corregir de sal y pimienta. Añadir un poco de ají, al gusto y dejar cocer 10-15 minutos más a fuego medio, hasta que todo se integre. Tapar y dejar reposar.
El curry estará mejor al día siguiente.
Servir caliente espolvoreando cilantro picado por encima. Acompañar con arroz blanco.
Foto: wetaca.com
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.