Cuando vi la película Sleepsless in Seatle (en España la estrenaron con el nombre “Algo para recordar”), me quedé prendado, no solo de la actriz principal Meg Ryan, sino también de la ciudad de Seattle. Años después tuve que ir a New York por trabajo y aprovechando que estaba en Estados Unidos, me monté unas cortas vacaciones en Seattle, conocida también como la “puerta de Alaska”, la “ciudad de la lluvia”, o la “ciudad esmeralda”, entre otros apodos.
Seattle es un lugar de desarrollo tecnológico y altos rascacielos contrastados por lagos y largas extensiones de bosques. La belleza rodea a esta ciudad llena de ofertas de ocio, sitios para comer, para pasear en familia y festivales de música famosos. Tiene un gran puerto, pero no es solamente una ciudad portuaria con logística y comercio internacional, sino que múltiples empresas han escogido la ciudad como base de su sede central. Algunos de los mercados que han florecido en ella pertenecen a la industria aeroespacial, tecnología de la información, ciencias biológicas, actividades bancarias, sectores de los productos de consumo, biotecnología, tecnología limpia e industrias medioambientales. A tal efecto, Nordstorm, Microsoft, Nintendo, Amazon y Starbucks son algunas de las grandes empresas asentadas en ese lugar.
Mi amiga Aracelly, colombiana como yo, me recibió en su casa, y su hija Adriana que estaba a punto de entrar en la universidad, me hizo de Cicerone. Cada mañana salía con mi mochila y un mapa (en esos años todavía no había GPS), para pasear y conocer los sitios más populares.
El Skyline de la ciudad está dominado por la silueta del Space Needle, símbolo de Seattle. Fue lo primero que hice, subirla y aunque no es muy alta, permite ver la ciudad y hacerse una idea espacial de ella. Bajando de allí me di un paseo por Kerry Park, donde también hay vistas muy bonitas. La lluvia flojita, como le llamé yo, no dejaba de caer. Se nota la gente de Seattle porque no usan paraguas. En realidad, esa lluvia/rocío no molesta, pero poco a poco va calando. Me llamó la atención el Gum wall, una pared muy colorida, porque está repleta de chicles que durante muchos años la gente ha ido pegando allí. Esta moda empezó en los años 90, cuando la gente esperaba apoyada en la pared para entrar en el Market Theater, y ha terminado convirtiéndose en una de las atracciones más curiosas y asquerosas de Seattle.
Me pareció muy interesante el Chihuly Garden and Glass, donde con mucha clase han creado un mundo casi irreal con esculturas de vidrio de colores, inmensas y locas como tributo al artista Dale Chihuly. Con Adriana dimos paseos por el Capitol Hill, el barrio que acoge a la mayor comunidad LGTB de la ciudad. En ese barrio está The Elliot Bay Book Company, una librería con más de 150 títulos nuevos y de segunda mano, y hay bares fantásticos para sentarse y tomar algo. En la zona de Pionner Square hay cientos de edificios de ladrillos, locales trendy y un ambiente muy agradable, especialmente a la hora de comer.
En uno de los paseos que hice por la ciudad con Adriana, fuimos a comernos una hamburguesa en Dick´s Drive-in, un sitio muy visitado por todo tipo de gente, con una estética de los años sesenta que vende comida rápida y sin pretensiones. El menú ha sido y es siempre el mismo y consiste en hamburguesas, papas fritas, sodas, malteadas y helados.
En 1971 se inauguró en Seattle el primer Starbucks del mundo. Me llamó la atención ver a turistas, sobre todo asiáticos, que llegaban en autobuses a conocer el histórico local de Pike Place Market, a comprar souvenirs y hacerse la foto en la puerta. Aunque en sus inicios solo vendía café tostado en grano para llevar, ha crecido por todo el mundo vendiendo café de varias formas, hasta convertirse hoy en día en la empresa de cafeterías más grande del mundo.
Nos quedamos a comer en la zona del puerto, cerca del histórico Pike Place Market, donde se puede caminar en medio de cientos de puestos de todo tipo de comida. Todos los días, desde el amanecer hasta el anochecer, este mercado está lleno de lugareños y turistas por igual, que vienen a explorar todo lo que ofrece el mercado. Adriana me llevó a un sitio muy agradable donde hicimos un tapeo de platos diferentes. Este mercado es el hogar de toto tipo de comida y cocina, desde comida callejera, hasta panaderías, restaurantes informales y restaurantes de bandera.
Nosotros nos sentamos en un restaurante muy bonito cerca de la entrada del mercado, especializado en comida de mar. Pedimos un pastel de marisco, pescado y coco. Estaba buenísimo. Me traje la idea del pastel, y hoy les traigo la receta resultante. Es una interpretación, pero es fácil de hacer y queda muy rica.
PASTEL DE LANGOSTINOS, PESCADO Y COCO
INGREDIENTES:
- 12 Langostinos
- 4 filetes de pescado
- 4-6 puerros o cebollas tiernas
- 1 Lámina de hojaldre
- 4 huevos
- 1 vaso de leche de coco
- Agua
- Aceite de oliva
- Sal y pimienta
- Perejil
PREPARACIÓN:
Limpiar los puerros y ponerlos en una olla con agua y sal. Cocinarlos por 15 minutos. Sacarlos de la olla, dejarlos escurrir. Cortarlos en rodajas y reservarlos.
Trocear los langostinos y el pescado.
Estirar un poco el hojaldre con un rodillo y con él forrar un molde desmontable. Poner un trozo de papel de cocina por encima del hojaldre y poner peso (puede ser unos fríjoles o garbanzos secos), para que no crezca el hojaldre.
Precalentar el horno a 350ºF (180ºC), hornear el hojaldre durante 15-18 minutos. Retirar los garbanzos (guardarlos para otra ocasión).
Rellenar el pastel precocido con los trozos de puerro, con los trozos de langostinos y con los trozos de pescado.
Mezclar la leche de coco con los huevos, salpimentar la mezcla y batir con unas varillas. Verter la mezcla sobre el pastel.
Hornear en horno precalentado a 350ºF (180ºC), por 20 minutos.
Dejar reposar 10-15 minutos y comer acompañado de una buena ensalada verde.
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.