Mi amiga Mireia de Barcelona se trasladó a vivir a Brighton hace más de 20 años y gracias a ella he podido visitar en varias ocasiones los bonitos alrededores de esa ciudad costera. Brighton se encuentra en la costa sur de Inglaterra, a 80 km de Londres, a un poco menos de una hora en tren, lo que permite que sea un atractivo destino tanto para londinenses, como para turistas llegados a la capital, que desean pasar un día en las afueras de la metrópoli.
A Brighton se le llama la playa de Londres y está llena de lugares para ver y disfrutar. Los londinenses llevan haciendo escapadas playeras a Brighton desde que llegó el ferrocarril a la zona, en 1841. Sus calles están repletas de gentes y tiendas para todos los gustos. Tiene casi 9 kilómetros de playa y un elegante paseo marítimo que bordea la playa, donde están la torre de observación British Airways i360, el salón del juego del muelle, el acuario más antiguo del mundo y el Brighton Pier, entre otras atracciones.
Cada vez que visito a Mireia, aparte de ponernos al día de todos los chismes de Barcelona, aprovecho para conocer más cosas de esa pequeña, pero agradable y activa ciudad, con su ambiente liberal y multicultural inesperado, teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad.
Pasear por Brighton es una bonita experiencia. La ciudad tiene un aire desenfadado, juvenil y alegre que hace que sea muy apetecible pasear por ella. No es una ciudad muy grande, pero tampoco es muy pequeña, es musical, costera y tiene mucha vida. Es la localidad más “gay-friendly” del Reino Unido y la que tiene más bares y restaurantes por habitantes. Un lugar alegre en el que, a pesar del mal tiempo inglés, entran ganas de quedarse.
Entre el Palacio Real, residencia de verano de Jorge IV, que tiene una influencia india y recuerda al Taj Mahal, El Brighton Dome, centro cultural de la ciudad donde ganó Abba el festival de Eurovisión y la playa de cantos rodados (rolling stones) con sus casitas de colores, se encuentra The Lanes, el que fuese el antiguo barrio de pescadores de Brighton. Este barrio es un laberíntico entramado de callejones con pequeños comercios, sobre todo de joyería y antigüedades, pero también de otras múltiples ofertas de todo tipo. Entre ellas gastronómicas, mis favoritas.
En la primera visita que hice a Brighton, Mireia me llevó a The Mock Turtle Tea shop, un sitio de desayunos y meriendas de ensueño. Un comedor victoriano con vitrinas a la calle, con algunas mesas con manteles y servilletas bordadas primorosamente, todas rodeadas de peanas de todos los tipos donde siempre estaban expuestos con mimo pasteles, croissants, panes, dulces, chocolates, bombones y todas las cosas dulces más deliciosas que uno se pueda imaginar. Unas chicas muy amables atendían a los comensales. Uno podía escoger qué desayunar: huevos al gusto, pasteles, panes, sándwiches o scones, una de las cosas más buenas que he comido nunca. Todo acompañado con té, café, chocolate, jugos de fruta o infusiones.
Los scones son originarios de Escocia, aunque ya se han popularizado por todo el país, tanto que incluso se producen industrialmente. Los scones caseros están más buenos que los industriales. Son fáciles de hacer. Generalmente están hechos de trigo o harina de avena, no requieren fermentación porque no llevan levadura y se cocinan en un horno muy caliente. Se pueden glasear con mantequilla usando una mezcla de yema de huevo con leche o con azúcar para que queden brillantes. Se suelen servir a la hora del té con crema de leche montada, mermeladas, mantequilla, cuajada y frutas frescas. Calientes están buenísimos.
Me volví adicto de este lugar tan encantador. Siempre que volvía visitar a Mireia, la visita a … era obligada. Cuando Mireia visitaba Barcelona, me traía galletas florentinas y scones de esa pastelería maravillosa. La última vez que estuve en Brighton, la pastelería había cambiado de dueños. Nunca más fue lo mismo. Las cosas buenas se acaban. Por suerte Annabel, amiga de Mireia, me enseño a hacerlos. Es la receta que les traigo hoy. Son muy fáciles de hacer y son deliciosos.
Scones de Annabel
INGREDIENTES:
- 1 taza y 3/4 (225 gr) de harina
- 1 sobre de levadura royal
- 1/3 taza (75 gr) de mantequilla
- 1/4 taza (40 gr) de azúcar pulverizada
- Un poco de leche
- 1 huevo
- ACOMPAÑAMIENTO:
- 2.5 onzas (75 ml) nata líquida 35% m.g. (Mejor si es 60% mg) montada (heavy cream)
- Mermelada de fresas
- 4 cucharadas (20 gr) uvas pasas
- 1 huevo batido para pintar
PREPARACIÓN:
Cernir la harina en un bol, añadir el azúcar, mezclar con las manos, añadir un pelín de sal, y luego echar la mantequilla blanda a trocitos y arenar con las manos suavemente, hasta que quede bien arenado.
Batir el huevo e irlo añadiendo a poquitos (en 3-4 veces), y cada vez que se añade un poco, mezclar con un tenedor hasta que se mezcle bien. Por último añadir un pelín (½ CS) de leche, y acabar de integrar todo con las manos muy suavemente.
Pasar al mármol y con el rodillo aplanar la masa muy suavemente, en 1 sola aplanada hasta que quede como de 2 ½ – 3 cm de grosor.
Con un troquel o un aro, de 4 cm hacer los scones e irlos poniendo en una bandeja de horno untada con mantequilla.
También se pueden hacer los scones manualmente, del tamaño de una bola de beisbol con las manos juntando la masa sin apretar. Es muy importante no llegar a apretar, hasta hacer la bola.
Pintar los scones con huevo batido. Si no tienes huevo, espolvorear un poco de harina por encima con la mano.
Hornear a 350ºF (180ºC) por 15 minutos o más hasta que cojan una costra. Si es necesario ir volteando la bandeja para que todos reciban el mismo calor.
Comer calientes con nata montada y mermelada.
Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.