Lo mejor de la cocina del mundo: Calamares fritos y ensalada griega

In Cocina, Portada by Alfredo Figueroa PérezLeave a Comment

Ahora no podría contar exactamente cómo llegué allí, pero recuerdo todas las fotografías mentales que hice durante el viaje y las sensaciones que me produjo caminar por uno de los lugares más bellos que he visitado nunca.

El Peloponeso emergió en forma de mano de las aguas del Mar Egeo hace 25 millones de años regalando al mundo un lugar único, mágico, eterno. Siempre se ha dicho que Grecia es la cuna de la civilización. La Isla de Pélope (Peloponeso), como se le llama a la península gracias al mitológico rey fundador de los Atridas de Micenas, se une con el resto de la península griega por una estrecha franja de tierra, el Istmo de Corinto, una ubicación estratégica tanto para la antigüedad como para los tiempos moderno. El Peloponeso es la cristalización más compacta del devenir de Grecia, una amalgama de su geografía y de su historia, natural, divina y humana, tan sólida y compleja que, a pesar de ser un pequeño territorio rodeado por el mar, se necesita tener tiempo y ganas para llegar a conocerlo.

El autor, izquierda, con su amiga Xavier en una foto reciente. Foto de cortesía

Mi querido amigo Xavié, encantador e ilustrado profesor de la Universidad de Barcelona, me invitó a acompañarle en su viaje a Grecia, pasando por media Europa mediterránea, por la antigua Yugoslavia, Bulgaria, y parte de los territorios Macedonios, hasta llegar al país de los Helenos. Eran los tiempos de los dos bloques en Europa, lo que hacía más interesante el viaje, así que no me lo pensé. Acepté encantado. Viajamos en su Peugeot 205 gris, combinándonos el puesto de conductor y el de copiloto/GPS, con mapa en mano. Atravesamos el sur de Francia, el norte de Italia y entramos a Yugoslavia por el norte. Visitamos Ljubljana (hoy Eslovenia), Zagreb (hoy Croacia), Belgrado (hoy Serbia) y desde allí nos fuimos hasta Bulgaria, para visitar Sofía. Entramos a Grecia por Tesalónica y desde allí bajamos hasta Atenas. Otro día hablaré de Atenas, que es una ciudad que he visitado en más ocasiones y que me encanta, además porque se merece su propia historia.

Llegamos a Corinto y allí recordé mi época de estudiante de Teología, cuando leía las cartas de Pablo a los Corintios de la Biblia. Corinto es el punto en que el Peloponeso se une a la Grecia continental. Tras cruzar el imponente canal que comunica el Mar Jónico con el Egeo, se accede a la ciudad antigua en que vivió y predicó San Pablo, cuya elevada acrópolis ha sido testigo de todas las épocas históricas. Xavíe es licenciado en Historia y se encargó de mostrarme y contarme la historia de todo lo que íbamos viendo. Como buen viajero que es y por su deformación profesional de docente, tenía señalados los mapas que llevábamos y conocía sin haberlos visto todos los sitios que quería visitar. Aparte de ser bonito, era interesante ir visitando y poniendo en su sitio la poca información que tenía acerca de la historia de Grecia. Había leído en el colegio La Odisea y había leído sobre el imperio Heleno, pero verlo y vivirlo explicado por Xavié, fue especialmente bonito.

El verano de 1987 fue un verano caliente. La temperatura no bajaba ningún día de 40 grados. Recuerdo ver pájaros que iban volando y caían muertos por el calor. Visitar Grecia en julio es para suicidas, no lo recomiendo a nadie. El calor es tan grande, que nadie se atreve a visitar monumentos al medio día. Xavié y yo íbamos todo el día en calzoncillos, literalmente. Los turistas visitaban las ciudades y sus monumentos por la mañana y a última hora de la tarde, el sol y el calor del mediodía lo vaciaba todo. Nosotros teníamos los días y el presupuesto programados, así que nos pusimos la gorra y, con una botella de agua, visitamos todo lo que nos habíamos propuesto visitar.

El corazón de la península estuvo, en los albores de la historia, habitado por los pelasgos, una estirpe de hombre que griegos y romanos consideraron que eran “más antiguos que la luna”. Posteriormente, muchos pueblos se asentaron en este lugar del mundo hasta que creció aquí la primera cultura propiamente europea: la civilización micénica. Las ruinas de Micenas, Tirinto y Pilos encarnan aquel mundo de héroes pertrechados de bronce y de oro, de los que el mito griego guarda fragmentada su memoria. De la fusión de todos esos pueblos a finales del segundo milenio, nació la civilización griega. Hay infinidad de huellas de la historia del Peloponeso y de la civilización repartidas por toda la península. En cada rincón visitamos fortalezas ciclópeas, templos dóricos, monasterios bizantinos o castillos medievales. También conocimos costas, playas y ríos que fueron escenario de un mito, cuevas donde las ninfas criaron a los dioses, cumbres y manantiales que fueron el santuario de una divinidad. Toda esta agitación tuvo de fondo, igual que ahora, el calor que padecíamos y el cielo luminoso de los veranos griegos, así como la eclosión de las flores en la primavera, el parpadeo de las hojas de olivos de Kalamata movidas por la brisa. Todas cosas eternas que, al menos imaginariamente, nos llevaron a compartir el pulso de otros tiempos.

Hacía mucho, muchísimo calor, veníamos de visitar Mistrá y condujimos hasta la costa buscando el mar para refrescarnos. Ya había empezado a caer la tarde cuando llegamos a una playa cerca de Astros, en el este del Peloponeso, en el Golfo Argólico. Había algunas cabañas de pescadores y poco más. La arena era blanca y el mar transparente tenía, por la luz del sol, un azul claro precioso. Como íbamos en calzoncillos, nos metimos directamente al mar. Pensaba en todos los personajes históricos que habrían pasado por allí. Me sentí importante. Cuando empezó a anochecer continuábamos sentados frente al mar disfrutando de cómo iban cambiando los colores de todo. Una vecina del poblado se nos acercó y nos ofreció con señas y mímica hospedaje y comida y aceptamos. Grecia a pesar de su grandeza, por aquellos años era realmente una desconocida para el turista común. Éramos los únicos visitantes que estábamos en la zona. Además, a pesar de que la peseta española entonces era muy débil frente a las monedas de Europa, en Grecia todo nos parecía muy barato. Nos duchamos y nos pusimos en la mesa que nos preparó la señora para cenar delante de la casa y con toda la vista del mar para nosotros solos. Las noches de verano son especiales en aquella parte del mundo por la limpieza de la atmósfera. Un cielo tachonado de estrellas nos hacía de marco para cenar, mientras una brisa suave refrescaba la noche. Era todo tan sencillo y a la vez, tan bonito. Xavié no paraba de contarme historias de Micenas, de Epidauros, de Olimpia. La señora nos trajo lo que tenía para cenar ella, algo frito, una salsa de acompañante y una ensalada. Que una comida esté buena y sea inolvidable, es algo que no sólo depende de lo que sea o de lo que cueste. Esa noche en esa cabaña cerca de Astros me comí los mejores calamares que recuerdo haberme comido en mi vida, acompañados de una desconocida salsa blanca, pero no por ello menos deliciosa, con nombre griego, llamada tzatziki y una ensalada verde con queso feta que me supo a gloria.

Ensalada griega con pepinno, olivas y queso feta. Foto cortesía: Freepik.es

Hoy en día se huye de las frituras por razones de salud. Déjeme que les diga que unos calamares recién pescados, limpiados y pasados por harina y luego fritos en un muy buen aceite de oliva, acompañado de una salsa de pepino y yogurt griego y de una ensalada de lechuga recién cortada del huerto, cebolla, unos dados de feta y unas olivas de Kalamata originarias del Peloponeso, todo aliñado con sal, aceite de oliva griego y un poco de vinagre, es una comida de dioses.

Eso les traigo hoy, una comida de dioses. Espero que disfruten.

CALAMARES FRITOS

Ingredientes:

  • 1 libra de calamares tiernos no muy grandes y SOBRETODO frescos
  • Harina de trigo
  • Sal en escamas
  • Aceite de oliva

Preparación:

Limpiar y lavar muy bien los calamares. Pasarlos por abundante harina y luego freírlos en abundante aceite de oliva caliente. Es una fritura rápida, de 1 minuto o poco más. Sacarlos del aceite con una espumadera y ponerlos en papel de cocina para eliminar el exceso de aceite.

Disponerlos en una fuente. Echarle escamas de sal por encima y comer calientes.

 

 SALSA TZATZIKI

Ingredientes:

  • 2 yogures griegos (naturales, sin azúcar)
  • 2 pepinos
  • Sal
  • 1dientes de ajo (o 2, si el ajo es pequeño)
  • 1 cucharada de vinagre,
  • Aceite de oliva.
  • Cebollino

Preparación:

Pelar los pepinos, se ralla por la parte gruesa del rallador. Se aliña con un poco de sal. Se pone en un colador el pepino rallado y se deja reposar por media hora para que suelte el agua. Pasado el tiempo de reposo, se pone en un paño de algodón el pepino rallado, se aprieta fuertemente para exprimir y sacarle toda el agua que le queda. Debe de quedar un bagazo seco de pepino. Poner los dientes de ajo en un mortero con un poco de sal y machacar hasta hacer una pasta de ajo. Al final añadirle un poco de aceite de oliva. Añadir la pasta de ajo al bagazo de pepino y luego añadir los yogures. Mezclar muy bien.  Aliñar con sal, aceite y un pelín de vinagre. Esparcir un poco de cebollino picado por encima.

Preparar el tzatziki con tiempo y mantener en la nevera. Debe estar fresco a la hora de comer. Esta salsa sirve para comer con tostadas de pan, con tostadas de plátano, como acompañantes de carnes y pescados o verduras.

 

ENSALADA VERDE CON FETA

Ingredientes:

  • 1 lechuga bien fresca y bonita (también se puede usar una variedad de lechugas)
  • 1 tomate grande
  • 1 cebolla
  • 1 pepino
  • 1/2 taza (100 gr) de queso feta
  • 1/2 taza (100 gr) de aceitunas de Kalamata
  • Aceite
  • Vinagre
  • Orégano seco
  • Sal en escamas

Preparación:

Lavar muy bien las hojas de la lechuga y dejarlas reposar junto con la cebolla cortada en juliana, todo cubierto de agua por 15 minutos para que se hidraten y estén crujientes. Después de los 15 minutos escurrir las hojas de lechuga con la cebolla.

Pelar el tomate y cortarlo en trozos. Cortar el queso feta en cubos. Pelar el pepino y cortarlo en rodajas.

Disponer las hojas de lechuga troceadas en una fuente, añadir el tomate troceado, las rodajas de pepino y el queso en cubos. Aliñar con un buen aceite de oliva, vinagre y por último con las escamas de sal y un poco de orégano seco.

Foto portada: creado por topntp26 – www.freepik.es

Nota del Chef: Esta receta es parte de una serie semanal. Mi deseo es que nos permitamos hacer un viaje por el mundo que he conocido y que descubramos recetas de comidas deliciosas y fáciles y que las adoptemos para hacerlas en casa con los nuestros para poder viajar y conocer al menos una parte de esos lugares de los que les voy a hablar.

About the Author
Alfredo Figueroa Pérez

Alfredo Figueroa Pérez

Alfredo es de Cali, Colombia y vive en Barcelona, España. Es cocinero egresado de la Escuela Hofmann de Barcelona. Desde hace algunos años tiene una pequeña compañía de catering y da clases de cocina a adultos. Es un apasionado de los viajes y la gastronomía, lo que le ha permitido conocer muchos países y culturas alrededor del mundo. Como cocinero tiene influencias de sus ancestros latinoamericanos y de la cocina tradicional española, italiana y francesa. Define su cocina como una fusión andina y mediterránea. ¿Tiene preguntas? Escríbanos a info@tuprensalocal.com

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